Pennetta se corona y anuncia su retirada

La copa y el cheque con 3,3 millones de dólares estaban en su mano, una tremenda victoria personal para Flavia Pennetta, la tenista italiana de 33 años que nunca antes había llegado a una final de Grand Slam y conseguía su primer grande en una final histórica totalmente italiana frente a su amiga y habitual compañera de dobles, Roberta Vinci, que también debutaba a sus 32 años en la final de un grande. 

Tras los 93 minutos que le llevaron hasta el 7-6 (7-4) y 6-2 todo era alegría, orgullo, celebración y entonces, cuando la organización del Abierto de EEUU daba por terminada la entrevista en la pista con la flamante campeona, ella pidió la palabra. «Antes de empezar este torneo, hace un mes, tomé una gran decisión –dijo–. Quiero decir adiós al tenis. Este ha sido mi último partido y no podía pensar en acabar de forma mejor».

El anuncio bomba –que deja la puerta abierta a que la 26 del mundo complete la temporada– dejó con la cara desencajada a muchos, incluyendo el primer ministro italiano, Matteo Renzi, que había volado a Nueva York para asistir a lo que de cualquier forma iba a ser una fiesta italiana que sumaría un nombre a la lista de grandes que abrió en 2010 Franscesca Schiavone en París.

Pennetta, en cambio, nunca dejó de sonreír, ni lo hizo su entrenador, Salvador Navarro; ni su novio, el tenista Fabio Fognini, con quien la de Brindisi ha vuelto a encontrar la felicidad tras un pasado que incluye una relación de tres años con Carlos Moyà cuya ruptura le dejó dolorosas cicatrices, según contó en su autobiografía en 2011, pero también le hizo reencontrarse con el tenis.

ABRAZO DE AMIGAS

Tampoco dejó de sonreír ni de apoyar a Pennetta –tras los 93 minutos de partido– Vinci, que la víspera había dejado en el camino a Serena Williams y las opciones de la número uno a completar su Grand Slam en 2015. Las dos amigas se enfrentaron por primera vez a los nueve años. Han jugado 50 partidos juntas en dobles. Y justo después de que Pennetta aprovechara su primera bola de partido cuando servía Vinci, justo después de que tirara su raqueta, alzara los brazos al cielo y se llevara las manos a la cabeza, se fundieron en la red en un abrazo largo y lleno de confidencias. No dejaron de reír, de bromear, de mostrarse cómplices. El tenis italiano, como decía Pennetta antes de salir a la pista, había ganado. Ella también. Y ahora dice adiós desde la gloria.