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LAS VIVENCIAS DE UN LEONÉS INTRÉPIDO

Del culturismo al culto al desierto

Óscar Fernández, campeón de importantes pruebas de fisioculturismo en sus raíces, recorre a lomos de su motocicleta los áridos parajes marroquíes.

Óscar Fernández, a la derecha, en uno de sus múltiples viajes a lomos de su moto con el propósito de vivir nuevas aventuras por los lugares más dificultosos en cuanto a pilotaje.

León

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 «En los años ochenta con el boom de las películas de acción de Silvester Stallone y Arnold Swarzzenegger, todos queríamos apuntarnos a un gimnasio y conseguir un cuerpo como el de aquellos a los que admirábamos, y así comencé con el culturismo. Disfrutaba entrenando. Entrenaba mucho. Quería conseguir un gran físico y no paré hasta lograrlo», así se expresa Óscar Fernández, culturista en sus raíces que se ha pasado a la aventura del desierto en moto.

Óscar Fernández, a la derecha, cultivó un físico espectacular. DL

Después de destacar y ganar campeonatos importantes de culturismo, «cuando abandoné la competición me dediqué por entero a mi empresa, el Gimnasio Victoria, que habíamos abierto mi mujer, Victoria, y yo en el año 1987. Habíamos empezado como un gimnasio exclusivo de culturismo y fitness. Gracias a abandonar tan temprano la competición, que tanto tiempo me consumía por aquel entonces, pude realizar otras muchas actividades», afirma Óscar, que a continuación detalla: «Fue en el año 2000 cuando después de una gran ampliación de nuestra empresa, que me generó muchísimo estrés, necesité hacer algo distinto para quitármelo de encima y motivado por mi amigo Ramón Gutiérrez, decidimos junto a un grupo de amigos viajar a Marruecos para recorrerlo y pisar por primera vez el desierto. Yo viajaba con un Mitsubishi Pick up y llevaba todos los equipajes de mis amigos que lo hacían en motos de trail. La experiencia no pudo ser mejor. Allí quedó mi estrés, mi angustia y parte de mi corazón. Al igual, pienso, que como al resto de amigos, pues todos o casi todos desde aquel año han vuelto repetidas veces a este país y en especial Ramón Gutiérrez, pues tres años después se inscribió para disputar el París-Dakar. El primero no le salió bien, pero como es muy, muy terco y obstinado consiguió unos años después convertirse en el primer leonés en completar en moto el Rally más duro del mundo y os puedo asegurar que es bastante más duro de lo que cuentan», incide Óscar Fernández.

Óscar Fernández hace una pirueta con su moto. DL

«Después de varios viajes por Europa, Mauritania y Marruecos en moto, unas veces acompañado y otras solo, decidí saber lo que era un viaje en solitario por el desierto. Ahora sé que no tiene nada que ver. Salí de León, aún me acuerdo a -4 grados, con un frió que me traspasaba el traje y se me metía por todo el cuerpo. La primera parada fue en Guijuelo, donde me pedí un bocadillo caliente de lomo y del frío que llevaba en las manos, tardé en comérmelo, pues gracias a estar bien agarrado a él las manos me entraron en calor», señala Óscar.

Como los días en diciembre son cortos, Óscar Fernández recuerda que paró a dormir en Jerez de la Frontera, en casa de una amiga de toda la vida, Lucía, «que ya nos conoce pues lo utilizamos muy a menudo como último punto en España antes de cambiar de continente», indica.

Las estampas áridas se suceden en sus aventuras en moto. DL

«El verdadero inicio para mí es en Marraketch. A esta ciudad llegué la noche del segundo día de viaje, después de una buena mojadura y unas buenas ráfagas de viento por la costa Marroquí. Me gusta empezar el viaje en la plaza de Yamaa el Fna, tomándome un té de hierbabuena en la terraza del café más famoso de la ciudad, donde ya empiezo a respirar el viaje y a notar la alegría del momento de subirme a mi BMW GS 800 que he dejado aparcada casi a la puerta. Es una sensación indescriptible, 23 grados en pleno diciembre, una luminosidad especial y un puerto que cruzar el de Tizin Tichka a 2.260 metros de altitud, que es el paso de la gran cordillera del Atlas. Una vez cruzado el alto, sigo por esta carretera hasta un desvío que me baja por un valle poblado con decenas de pueblos de barro camuflados en las laderas de las montañas y con montones de fortalezas o Kasbash como las llaman allí», puntualiza Óscar con tono de satisfacción y resplandor en su cara.

Sigue Óscar relatando: «Cuando llego a la reina de todas las Kasbashs a Ait Ben Hadou, siento que he llegado al medievo Marroquí. Es de los sitios más bonitos que he visto. Te traslada de verdad a otra época. Allí se rodaron infinidad de películas como Lawrence de Arabia o Gladiator, entre las más importantes. De allí y después de hacer noche en un albergue de la zona, tomo la carretera que me lleva a Zagora, para descansar y reponer fuerzas, pues al día siguiente tengo pensado abandonar por un par de días el asfalto ya que en dirección al Cherg Gaga no te encuentras más que arena y piedras», explica Óscar.

«El primer día que lo intenté elegí una ruta poco recomendable y acabé atorado muy seriamente varias veces, pues iba demasiado cargado y era una zona de muchísima arena, por lo que decidí volver al último pueblo Mahamid y replantearlo. Allí pude encontrar a un grupo de eslovenos que se disponía a alquilar un todoterreno con un guía y se ofrecieron amablemente a llevarme el equipaje, algo que agradecí enormemente, pues podría, además de llegar, disfrutar de la conducción y así fue lo hice. Pilotar sin peso por la arena me permitió disfrutar mucho con la conducción».

Aquí termina la primera parte del viaje de Óscar. Habrá segundo, tercero y... sucesivos capítulos de sus aventuras en moto.

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