REPORTAJE
Un balón como pasaporte
Galán ha jugado en cinco países diferentes desde que salió de la Cultural hace cuatro años. Ahora está en Chipre. Nunca renunció a su sueño a pesar de las lesiones y los contratiempos
José Pedrosa Galán (León, 2 de febrero de 1986) no entendería su vida sin un balón cosido al pie. Tiene el fútbol enredado en sus pensamientos. Desde muy pequeño. Le gusta «demasiado». Tanto, que sigue anclado a una pelota, detrás de un sueño en el que nunca ha dejado de creer, a pesar de lo enrevesado del camino.
Iba para figura. Era una de las perlas de la cantera leonesa, acunado en el CD San Lorenzo e, incluso, en la órbita de la selección española sub-17 cuando ya jugaba en las categorías inferiores del Atlético de Madrid. No era el único club de Primera que le seguía. Después llegó al Almería, donde una inoportuna lesión de rodilla truncó su carrera. O al menos la frenó. Estuvo ocho meses de baja, en los que la directiva le dio la espalda. La salida de Hugo Sánchez del banquillo no le ayudó. El mejicano confiaba en él y lo quería para el primer equipo. Al final le rescindieron el año de contrato que aún tenía cuando ni si quiera había completado el proceso de recuperación.
Tocaba volver a empezar. Y lo hizo. Regresó entonces a la Cultural para jugar en Segunda B con el equipo de su tierra, pero sufrió el descenso administrativo y tuvo que tomar una de sus decisiones más difíciles. Lo dejó a principio de curso, hace ya cuatro temporadas.
Fue un momento crítico. Tenía 25 años y demasiadas cicatrices en su costado. También cierta frustración, pero no cejó en su tarea. Seguía empeñado en ser futbolista. Confía en su potencial más que nadie y estaba dispuesto a dejar atrás a su familia y amigos para cumplir con su objetivo. Ya había terminado la carrera de Psicología.
Ahí comenzó su particular vuelta al mundo. No han sido 80 días. Lleva de aquí para allá durante los últimos cuatro años, en los que ha conocido multitud de culturas y países diferentes, llenos de contrastes. Ha jugado en cinco ligas distintas. Y en una fue pionero. Galán se convirtió en el primer español inscrito en la Thai Premier League de Tailandia. Luego cruzó a Indonesia y de ahí regresó a Europa para enrolarse en el SKN ST Pölten de Austria, con el que se clasificó para la Europa League. Jordania y Chipre, su destino actual, también aparecen en el pasaporte de este futbolista leonés, hecho a sí mismo. «Todas estas experiencias, lo que he visto a lo largo de mi carrera, tanto los pros como los contras del fútbol, me han hecho madurar muy rápido. Ahora relativizo todo y no me afectan tanto los golpes, soy mucho más fuerte», explica Galán, quien valora todavía más lo que le ha reportado desde el punto de vista personal. «Entiendo varias clases de idiomas, he tenido la suerte de aprender tailandés y malayo, me defiendo con algunas palabras de árabe o griego y además he conocido a fondo la cultura de otros lugares», responde.
Es también una persona «más abierta y tolerante», marcada por la retahíla de amigos que han aparecido durante el camino. «He estado en Israel y en Jordania, donde hay mucha población palestina. Aunque son el día y la noche, cada uno tiene su parte de verdad», señala. Ha compartido vestuario con «muchos jugadores musulmanes» y asegura que han sido los «mejores compañeros». No tiene prejuicios al respecto, ahora que abundan las etiquetas, sobre todo después de los atentados de París. El islam y el terrorismo son cosas distintas.
Sufrió de cerca el asesinato de Muaz Kasabeh, el piloto jordano quemado vivo por el Estado Islámico. Jugaba en el Al Shabab del país asiático. No sintió peligro, a pesar de que estaba en un territorio amenazado. Tampoco tuvo la sensación de ser un extraño. «Es uno de los sitios más seguros. Nunca me sentí raro por ser occidental», recuerda.
Tailandia e Indonesia dejaron, incluso, más huella en su memoria. «Es como si estás en otro planeta. Aprendí mucho de su gente y me enamoré de la cultura», apunta. De hecho, volverá al sudeste asiático a pasar una temporada cuando deje el fútbol. De Austria destaca la sinceridad de su gente, «son de palabra», y valora su profesionalidad. Y en Chipre, donde lleva desde el 30 de agosto, está «como en casa», celebra. «Es el sitio donde más fácil me ha resultado adaptarme. El clima me recuerda a Almería, las distancias son cortas y el carácter de las personas es mediterráneo», describe Galán. Quizá no dure mucho allí. Le ha llegado una oferta de la Super Liga de Grecia. Confía en que se concrete en el mercado de invierno. «Sería un salto de calidad muy importante», matiza. En el Aris Limassol, su actual equipo, ha perdido algo de protagonismo tras el despido del entrenador y del director deportivo, que apostaron por él. Aún así, se considera un futbolista valorado. «Cuando he jugado la prensa de aquí me ha destacado y me ha llegado por dos vías diferentes el interés de un club griego para jugar en una liga más fuerte que la chipriota», explica.
Dice que pasa por «el mejor momento de su carrera». Ha alcanzado la madurez a sus 29 años. «Me encuentro mejor que nunca, no sólo a nivel de lesiones y físico, también en cuanto a confianza. Siento, además, el respeto de los compañeros», agradece.
Sólo ve la «parte positiva» de las cosas. Incluso destila lecciones de la rotura del cruzado que impidió su debut en Primera División. «Es verdad que mi principal sueño era llegar al primer equipo del Almería, pero nadie sabe qué habría pasado después. Además, no acumularía tantas experiencias, así que ahora lo veo como algo positivo porque he podido disfrutar de lo que más me gusta. Podría decir que tuve muy mala suerte pero si te paras a pensar cuántos compañeros del Atlético de Madrid han llegado arriba te das cuenta que he sido de los afortunados», argumenta Galán, que no hace planes ni se pone metas. «No miro más allá del día a día. Pretendo disfrutar del fútbol y aprender», subraya.
Ya tendrá tiempo de pensar en lo que hará cuando desenrede el balón de sus botas. No cree que vaya a dedicarse a los banquillos porque después de tanto tiempo lejos de su casa tendrá que asentarse. «Este modo de vida no es fácil, sobre todo para formar una familia», justifica. Aunque está seguro que habrá un balón de por medio. Quizá como agente de jugadores. Conoce el mercado de sobra. O como psicólogo deportivo. Lo demás no tendría sentido. «No quiero imaginarme el día que me retire. Me gusta demasiado el fútbol», insiste Galán, al que aún le quedan varios años sobre el césped. Y quién sabe si muchos países por visitar. Él esta dispuesto. Tiene en el balón su pasaporte a un sueño.