Nos hemos ganado el desprestigio
Desde mi jubileo JESÚS ALAÑÁ
Está en entredicho el periodismo en general (y el periodismo deportivo en particular). Sin querer que estas líneas levanten más ampollas de las necesarias, están las cosas como para que, desde mi manera de verlas, empecemos a plantearnos qué es lo que no hemos hecho todo lo bien que deberíamos de haber hecho a lo largo de los últimos años.
Las últimas horas nos han dejado a Marcelo llamando tonto en directo a un periodista deportivo, a Dani Alves vetando respuestas a dos representantes de otros tantos medios y al presidente del Real Madrid, el ‘ser superior’ Florentino Pérez, hablando de una especie de conspiración de los medios informativos contra él.
Huyendo de un falso corporativismo que nunca he practicado en casi 35 años de profesión no les doy la razón en todo lo que han dicho. Es evidente que sigo pensando que (en viejos tiempos y ante semejantes cosas) todos los ‘profesionales de la información’ nos hubiéramos marchado dejándoles casi con la palabra en la boca...
Tenemos, sin embargo, lo que nos hemos buscado. Además de ponernos demasiadas veces la camiseta de unos colores, por mor de intereses familiares, por mor de nuestra propia incapacidad para conseguir información más allá del compadreo con dirigentes y deportistas, por mor de nuestra comodidad para llenar páginas y minutos de radio y de televisión, los periodistas deportivos (y en general los periodistas) hemos terminado convirtiéndonos en meros burócratas acostumbrados a reflejar en unos y otros sitios aquéllo que nos cuentan en lugar de aquello que verdaderamente conocemos.
Cambiad los nombres que he mencionado del fútbol español de élite, poned los nombres relacionados con León que os dé la gana… pensad que ésta es sólo mi opinión y, sobre todo, concluid si los periodistas deportivos en particular (y los periodistas en general) no nos hemos convertido, salvo excepciones, en las voces de nuestros amos.
Lejos han quedado, independientemente de su acierto o de su equivocación, los tiempos en que maestros de esta cosa del periodismo deportivo proclamaban a voz en grito su objetividad y su imparcialidad. Ahora (y lo siento por ellos) impera la necesidad de dorarle la píldora a nuestras fuentes, de lamerle el culo a quien sea (perdón por la expresión tan gráfica) con tal de conseguir migajas informativas, de llenar espacio a base de palabras vacías de estrellitas estrelladas (que además nos lo echan en cara en cuanto pueden)? y de comernos la más mínima crítica, no vaya a ser que nos quedemos sin el alpiste nuestro de cada día.
Echo de menos esa crítica libre, pero también la fuerza, la libertad, la independencia, la imaginación y tantas cosas más que caracterizaban no hace tanto el periodismo en general (y el deportivo en particular), entre otras cosas porque la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero y tengo la ligera sensación de que ni hay Agamenones ni porqueros que la estén diciendo.
Si no lo hacemos nosotros, lo que está en juego es nuestro prestigio… ¿Tenemos orgullo para recuperarlo?