El corazón del club late con fuerza

La afición del Abanca Ademar nunca falla. Siempre abriga a su equipo. Lo acompaña. Empuja cuando vienen mal dadas y reconoce el sacrificio de los jugadores sobre el parqué. Son un activo más de la plantilla. Su balón de oxígeno.

Lo volvieron a demostrar ayer, con un repertorio inagotable de cánticos desde mucho antes de que arrancara el partido contra el Naturhouse. Calentaron en la primera de las semifinales, a la que acudieron cerca de 3.000 personas, dando valor a la elección de la ciudad como sede de esta Copa. En ningún otro sitio hubiera sido posible alcanzar estas cifras.

Fue sólo el preámbulo porque a las ocho en punto el Palacio era un auténtico hervidero de gente. Y en el palco no cabía un alfiler. Una legión de fieles inundó las gradas y esgrimió su garganta como arma. Eran conscientes de que iba a tocar sufrir y, por eso, no tardaron mucho en entonar el ‘sí se puede’. Antes habían brindado un aplauso unánime a la viuda de José Luis Pérez Canca, capitán de ese Ademar que en 1998 ganó su primera Copa Asobal. Y lo hizo frente al Barcelona. Muchos soñaban con repetir esa gesta. Lo dieron todo. Nunca dejaron de creer. Ni cuando el equipo perdía de cinco goles y el tiempo volaba.

Ese apoyo, incondicional, electrificó a unos jugadores que sacaron fuerzas de flaqueza para acercarse a una remontada imposible. ?Estuvieron muy cerca. Y la afición, como hace siempre, reconoció el esfuerzo. Brindaron una ovación cerrada a los suyos y pitaron a los árbitros. Después llegó el bajón. Y el silencio.