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El Dakar también pasó por León

El aventurero Óscar Fernández recuerda antes del inicio del rally más impresionante sus vivencias con Ramón Gutiérrez.

El equipo leonés durante sus aventuras.

León

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La cuenta atrás para el comienzo de una edición más del Dakar está en marcha. Para los días 31 de diciembre y 1 de enero, las verificaciones administrativas y técnicas se realizarán al noroeste de Buenos Aires, en el centro de exposición de Tecnópolis. Y el día 2 de enero, la competición.

León, antes de que comience una nueva edición del Dakar, también tuvo un protagonismo en este espectacular rally-raid. El aventurero Óscar Fernández lo explicará durante el discurso de la carrera de este año en varios capítulos. «Todo había comenzado aquel año 2000 con nuestro primer viaje al desierto marroquí, con la compañía de un grupo de amigos, ese primer viaje sembró en la mayoría de nosotros un importante interés por el desierto, de tal magnitud que uno de mis mejores amigos y compañero de viajes Ramón Gutiérrez, acabó inscribiéndose en el rally más duro del mundo, el París Dakar». Así comienza Óscar Fernández la descripción de cómo comenzó la aventura leonesa en el Dakar.

A continuación prosigue: «Eran las Navidades del año 2003 y Ramón Gutiérrez, que ya había formalizado la inscripción para participar en su primer París Dakar, ultimaba preparativos para poder viajar a Clermont Ferrand (Francia) a tomar la salida en dónde ese año comenzaría la famosa carrera, puesto que por motivos de organización y patrocinadores, la prueba no siempre salía de París, y tampoco acababa siempre en el lago rosa de Dakar. De hecho, desde el año 2009 hasta la fecha se está celebrando en Sudamérica», explica Óscar.

«La normativa de la carrera y las condiciones especiales que tiene que cumplir un piloto que se inscribe por primera vez, dice que los pilotos tienen que haber participado en un evento perteneciente al Campeonato del Mundo FIM y/o en cualquier otro evento registrado en el calendario FIM o en su calendario Nacional. Resumiendo, expone que todo piloto tiene que demostrar su experiencia en el mundo de la competición del motor. En este punto surgió un gran malentendido que luego traería unas consecuencias fatales para nuestro amigo, pues aunque había corrido en varias pruebas de ámbito Nacional, no eran reconocidas por la FIM, puesto que antes no existía esta normativa. El París Dakar era más una aventura que una carrera de motos, especialmente para los pilotos amateur. Fue a partir precisamente de ese año cuando se implementó esta norma.

Desde la dirección de carrera se le negaba, aunque ya estaba inscrito, a tomar parte en la salida, algo que Ramón peleó hasta el último momento, ya que como dije antes esa norma no existía aún en la carrera. Hasta tal punto que decidió ir a Clermont Ferrant para intentar estar en la parrilla de salida, sabiendo de antemano que era casi imposible por la rotundidad del no de la organización y claro está a un amigo y compañero de mil aventuras no le podíamos dejar solo, así que decidimos acompañarle tres amigos: César Méndez, Kike Calleja (hermano del hoy famoso y polifacético Jesús Calleja) y yo mismo», argumenta Óscar Fernández.

Óscar recuerda: «Con la incertidumbre y la preocupación a sus espaldas, Ramón Gutiérrez preparó la moto y yo el Mitsubishi L 200 pick up para un inminente viaje a Clermont Ferrant, para intentar tomar la salida de la prueba y acompañarle hasta dónde hiciera falta, por lo que decidí cambiar las ruedas del coche por unas mas anchas que tenía en el garaje, pues en la arena del desierto van mejor».

«Una vez, culminados los preparativos del coche y los avituallamientos necesarios, subí apresuradamente a las Lomas, puesto que allí vivía Ramón y debía recogerle a él, a César y a Kike Calleja que ya me estaban esperando para cargar la moto en la caja del pick up y bajar a León porque Ramón había quedado con el fotógrafo de un periódico local para hacer una foto para la información deportiva del día siguiente», indica Óscar.

«Una vez cargada la moto en mi camioneta, nos dispusimos a bajar lo más rápido posible, pues nos estaba esperando desde hacía rato el fotógrafo, en el coche bajábamos los cuatro más mi mujer y mi hijo el mayor, que no me había dado tiempo a dejarles en casa. Bajábamos rápido por la autovía y ya estaba empezando a frenar para detenerme en el semáforo de Carrefour, cuando un movimiento brusco del coche hacia un lado y un ruido de golpe y arrastre, provocó que alguien exclamase; ¡se ha reventado una rueda!, y alguien más avispado e irónico le contestó, ‘no, no mira por dónde va, está rodando hacia la mediana’. No puedo describir la cara de Ramón al ver lo que estaba sucediendo. Aparcamos en un lateral de la carretera mientras nos sentíamos el centro de atención de todas las miradas del interior de los coches que hacían cola por las fechas que eran, para entrar a Carrefour, pero sí que puedo deciros que el resto comenzó a hacer bromas con el tema, a la vez que las risas se iban contagiando por lo ridículo del tema, mientras nos bajábamos del coche a recuperar la rueda y los tornillos que la sujetaban, que no aparecieron. Entonces, uno de nosotros tuvo que ir a comprar unos nuevos al concesionario de Mitsubishi y como en ese momento no tenían, tuvieron que tomarlos prestados de otro vehículo. A todo esto el fotógrafo no dejaba de llamar para ver dónde estábamos porque tenía que irse», reconoce entre risas al recordarlo.

«Una vez colocada la rueda y puestos en marcha nos dimos cuenta que hacia un clack, clack, clack que se podía oír a 100 metros del coche, pues se había doblado el disco de freno al apoyar contra la carretera. Pero no había tiempo ya para tonterías. Así que llegamos al periódico nos hicimos la foto, dejamos a mi mujer y a mi hijo en casa y así tal cual, nos pusimos en camino, para la ciudad francesa de Clermont Ferrant, avisando de nuestra presencia en cada pueblo, en cada ciudad, que atravesábamos con ese ruido clack, clack, clack, y atrayendo las miradas a la moto que llevábamos cargada, mientras nosotros llegábamos a la conclusión de a quién se le había olvidado apretar los tornillos de la dichosa rueda», recuerda Óscar.

«Una vez en Francia pudimos comprobar desgraciadamente que Ramón Gutiérrez, no tomaría la salida en ese su primer intento de participar en el París Dakar de 2004, por lo que con gran pena nos dispusimos a celebrar la anunciada cena y fiesta de Nochevieja de aquel pequeño hotel en el que estábamos. Cual fue nuestra sorpresa de que allí es típico disfrazarse de medievales, así que accedimos a colocarnos una ridícula especie de corona de trapo en la cabeza, para después cenar lentejas y chóped, el cual nos iba rellenando el camarero vaciando el plato de lo que otros comensales dejaban. Con tal panorama nos retiramos pronto a nuestros aposentos y a comernos unas uvas en lata que mi mujer que con tanto mimo nos había enviado, eso sí, nos las comimos a las diez y medía de la noche y sin campanadas. Al día siguiente vimos la etapa previa del Dakar, la que se rueda en la ciudad de salida de la prueba y después seguimos la caravana de la carrera atravesando toda Francia nevando hasta pasar la frontera y llegar por la costa a Castellón donde vimos otra etapa especial que se desarrollo allí en la arena de la playa. Una vez acabada la etapa decidimos volver a León pues no estaba el ánimo para más y aquí acabo el intento de Ramón de participar en su primer Dakar y el nuestro de seguirle en tal reto. Al final al año siguiente en 2005 pudo participar en su primer Dakar, también lo hizo en 2006 sin lograr culminar con éxito ninguno de los dos, pues el Dakar no se deja dominar así a la primera de cambio», reconoce Óscar, que seguirá contándolo en más capítulos.