León recuerda el Dakar por África
Las peripecias de Ramón Gutiérrez para poder participar en el rally conllevaron otras aventuras por Mauritania.
Después de una primera parte en la que se narraron las aventuras del piloto leonés Ramón Gutiérrez para poder participar en el Dakar, Óscar Fernández sigue con la historia leonesa en la carrera más dura y difícil de comenzar y acabar del mundo. «Como ya os conté anteriormente Ramón Gutiérrez, mi amigo y compañero de muchos viajes y aventuras estaba decidido a acabar el Rally más duro del mundo el París Dakar y como todos sabéis este Rally es mucho Rally, así que Ramón después de aquel intento fallido de 2004, ya había logrado participar en el 2005 y en el 2006 pero como no había podido completarlos con éxito, dado las grandes dificultades que conlleva acabar una prueba de este tipo, se había inscrito también para correr su tercera prueba y era el año 2007. Yo había estado en su primer intento de competir en un Dakar. Le había llevado la moto hasta Francia, le había acompañado en sus peores momentos de frustración y quería seguir dándole ánimos en su tercera prueba ya que como se suele decir a la tercera va la vencida. Quería acompañarle en la carrera aunque no desde dentro. No reunía las condiciones para ello ni tampoco lo pretendí nunca, pues no es mi manera de disfrutar en la moto».
Las imágenes áridas contrastan con el paso de un tranvía. DL
Todo para estar al lado de Ramón Gutiérrez en el Dakar. DL
Las motos deben estar en las condiciones precisas para acometer la aventura del desierto.
A continuación, Óscar Fernández esgrime: «Le di muchas vueltas al tema, hasta que compre una revista de todo terrenos y en ella aparecía un grupo de españoles que habían cruzado todo Marruecos y habían entrado en Mauritania por la frontera cercana a Nouadhibu y de allí habían cruzado por las pistas que siguen al tren que transporta el hierro extraído en las minas de Zouerat hasta la costa, considerado como el tren más largo del mundo. Estos aficionados al 4x4 habían compartido su aventura en esta revista a la vez que su track de la ruta o lista de puntos gps o waypoints como se suelen llamar en navegación. Así que no me lo pensé dos veces y me compré un gps bastante básico, para poder realizar esa ruta, ya que en Mauritania con una extensión de casi el doble de kilómetros cuadrados que la de España, solo tiene tres carreteras nacionales en todo el país y no llegaba a 3,5 millones de habitantes, centrados la mayor parte en sus ciudades, por lo que deja un país con una densidad de población mínima, en el que aún las distancias están medidas en días a camello. Tuve que preparar la ruta punto a punto, introduciendo todas las coordenadas, ya que la ruta venía en una página de revista, no en formato digital, bastante laborioso la verdad».
«Después de preparar la ruta necesitaba convencer a alguien con experiencia que me acompañase, pues adentrarse en el desierto mauritano, no es una broma, ya que prácticamente no está habitado y no tiene infraestructuras de ningún tipo. Eso sí, lo que le sobra es arena, está por todas partes», explica.
«Había hablado ya con varios amigos pero sólo estaban interesados Roberto y César. Roberto había leído algo sobre un viaje parecido y no lo tenía del todo claro, aunque ganas no le faltaban, César decía que si Roberto iba el también así, que tuve que utilizar la mítica frase de caballeros ‘no hay huevos’ y por supuesto los hubo, y con muchas incógnitas nos pusimos en marcha», expone Óscar.
«Una vez en ruta Roberto (el francés) y Cesar Méndez, amigos y compañeros de otros viajes por Marruecos en años anteriores. Cruzamos toda España, Marruecos y toda la antigua colonia del Sahara Español hasta la frontera con Mauritania, un total de 3.200 kilómetros, principalmente de costa, atravesando todas las ciudades importantes del este de Marruecos, así como las más importantes de la antigua colonia española del Sahara, como el Aaiún o Villa Cisneros, como se la llamaba antiguamente a Dakla. La costa Saharaui y Mauritana está llena de barcos fantasma, son barcos que chocaron con las rocas o que fueron a la deriva y acabaron encallados en las playas y acantilados de esta zona, lo que te produce una extraña visión que rápidamente llevas a la ficción y te imaginas toda clase de personajes transitando ese amasijo de hierros oxidados», indica Óscar.
Enseguida marca la ruta: «Cuando emprendimos el camino después de haber hecho noche en la bahía de Dakhla, teníamos aún 400 kilómetros hasta el Hotel Barbas, último punto en el camino antes de pasar la frontera marroquí y adentrarnos en la tierra de nadie, que así se le llama al espacio de terreno, bueno más bien de arena, que hay entre la frontera de Marruecos y la de Mauritania, son pocos kilómetros pero te sirven para ir acostumbrándote a lo que será el tránsito por la mayor parte del país».
«Ese día al atardecer ya cerca de la frontera, decidimos acampar en la costa, además de arreglarnos la pernocta, probaríamos todo el material de campamento», manifiesta con orgullo Óscar Fernández.
«Por fin volvemos a ponernos en marcha camino al último punto de Marruecos, el Hotel Barbas y su última gasolinera, dónde debíamos de repostar para entrar llenos en Mauritania, por lo que pudiera pasar. Nuestra sorpresa fue que no había gasolina y debíamos de esperar al camión de suministro que hasta la tarde no llegaría. No había nada que hacer solo aceptarlo y pedir un café con leche en el bar del Hotel y esperar. Mientras aguardábamos, aparecieron más motos con sed de gasolina, esta vez eran unos alemanes, venían con bmw gs 1.200 menos uno que se atrevió con otra Teneré de aquellas primeras con más de 25 años a sus espaldas y miles de kilómetros recorridos, como la de mi compañero el Roberto el francés. No les quedó mas remedio que pedirse otro café y aprovechar para cambiar sus ruedas de carretera por unas de tacos que traían atadas al equipaje. Allí entre café y café nos contaron que también querían hacer esa pista del tren pues les habían contado que merecía la pena y estaban dispuestos a ello. Mientras tanto nosotros que llevábamos más tiempo que ellos esperando nos estaba empezando a invadir la impaciencia de subirnos en nuestras monturas y cruzar la dichosa frontera de una vez», añade.
«Fue este motivo, la impaciencia y no otro, el que hizo a mi amigo proponer a los alemanes un trato indecente, que nos vendieran la gasolina que llevaban y así podríamos irnos ya, pues ellos tenían que esperar de todas formas ya que necesitaban muchos más litros que nosotros y lo que nunca me explicaré es porqué accedieron al trato», explica con gesto de sorpresa.
«El caso es que gracias a su generosidad y un puñado de euros, ya estábamos de camino a la tierra de nadie que hay entre la frontera de Marruecos y la de Mauritania, ese arenal en muchos casos, con unas roderas infernales que te hacen ir de un lado para otro sin casi control sobre tu montura y expuesto a ir al suelo en cualquier momento. Esto mismo ir al suelo fue lo que les pasó a los alemanes, según nos contaron más tarde mientras esperábamos en la frontera Mauritana, su idea original era llegar a Atar desde Nuadibú por la pista, pero al tener esa experiencia en la arena, se les había quitado rápidamente la idea de la cabeza y optaban por bajar a Nouakchott por la nacional 1 y coger allí la nacional 2 que les llevaría a Atar, que era la etapa donde el París Dakar descansaba y teníamos un día para estar al lado de todos los pilotos y de nuestros amigo Ramón», afirma Óscar, que deja aquí la segunda entrega antes de acometer la tercera y última al lado de su compañero Ramón Gutiérrez.