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PASIÓN POR LA MONTAÑA

El señor de las cumbres

Lolo Díez, impulsor de la Alto Sil, una de las mejores trail, es también un montañero de amplio recorrido. Se ha propuesto coronar las siete grandes cimas del planeta y ya lleva cinco a la espalda. .

Lolo Díaz, cuando hizo cima en el Everest, la primera de las siete grandes cumbres que conquistó. DL

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León

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georgino fernández | león

Si te cruzas con él por la calle Ancha con su gorro de lana y su plumas puedes pensar que es un aficionado más que regresa de dar una vuelta por La Candamia. Pero Lolo Díez, montañero leonés por afición y devoción puede ser considerado sin temor a exagerar como un aventurero en toda regla. De los de antes. Curiosamente es más conocido por ser el alma mater de la Alto Sil, la mejor carrera de montaña de la provincia y una prueba de referencia ya en los calendarios nacionales e internacionales, que por su faceta de montañero profesional.

Concedamos que no es tan popular como Jesús Calleja —aunque a él tampoco le importa en exceso la verdad— pero sin duda puede poner encima de la mesa un curriculum igual de largo y de envidiable. Y aunque él lo comente de pasada, casi como quien ha hecho un par de etapas del Camino de Santiago sin salir de la provincia, lo cierto es que este paisano de Santa Cruz del Sil puede presumir de haber subido a cinco de las siete mayores cumbres del planeta.

Con su compañero Jose, ya fallecido, en el monte Denali. DL

El montañero leonés a los pies del Aconcagua. dl

Curiosamente todo comenzó casi de broma. «A los 18 años, tenía una novia que pretendía casarme a toda costa y yo le decía que antes de casarme tenía que subir al Everest».  Sonríe al recordarlo. Ahí es nada, la cumbre más alta del planeta con 8.848 metros de altura —la cifra la recuerda bien y la suelta de carrerilla— en la cordillera del Himalaya. Tuvieron que pasar más de diez años pero aquella frase, que tenía más de finta que de compromiso, se hizo realidad. Lo de subir al Everest, quiero decir, porque aunque tiene otra novia sigue soltero. «Lo decía sobre todo para esquivar el tema del casamiento pero mira,   al final te encabezonas y acabó saliendo».  

Por esas pequeñas piruetas del destino hizo cumbre el día de su treinta cumpleaños, el 19 de mayo de 2009.   Y contrariamente a lo que pensaba el Everest no fue un final; todo lo contrario. De hecho fue un principio de muchas cosas.   Por esa especie de encabezonamiento del que antes hablaba se le metió en la sesera que porqué no subir a las conocidas como las siete grandes cumbres del planeta. Un septeto de leyenda que se distribuye por cada uno de los siete continentes. Ya  había podido tachar de su lista el Everest en Asia pero quedaban por delante seis retos de altura y nunca mejor dicho.

Después de su expedición al Himalaya vendrían las conquistas del Monte Elbrus en Rusia, un estratovolcán durmiente de 5.642 metros; el Denali en Alaska, el pico más alto de Norteamérica con 6.188 metros que ahora ha recuperado su viejo nombre indígena tras ser conocido durante decenios como el monte McKinley; el Aconcagua en Argentina con sus imponentes 6.962 metros (la cumbre más alta de América) y el Kilimanjaro en Tanzania, ya en el corazón del continente africano, con sus 5.895 metros en su pico más alto.

Quedan dos para pisar las siete grandes torres del planeta: la famosa pirámide de Carstensz, la  montaña  insular más alta del mundo y el pico más alto de  Oceanía, en la isla de  Nueva Guinea, con 4.884 metros de altura sobre el  nivel del mar y el monte Vinson la montaña más alta de la Antártida, situada a unos 1.200 kilómetros del Polo Sur que alcanza una altitud de 4.897 metros. «Son las dos que me faltan», comenta con la seguridad del que sabe que tarde o temprano subirá allí arriba.

Pero ser aventurero no es sencillo. Ni barato. Y menos cuando no te patrocinan ni cadenas de televisión ni marcas deportivas. Hace falta tiempo y dinero. Y cuando esos dos conceptos se juntan el asunto siempre se complica. «Esas dos cumbres me gustaría hacerlas lo antes posible pero el problema es que cada expedición son 36.000 euros. Y mira precisamente estos días acabo de pagar otro coche porque el que tenía antes dijo que ya no andaba más y además hay que pagar una hipoteca».

Su idea inicial era hacer una por año pero ahora prefiere tomárselo con más calma. Como buen montañero sabe que las prisas no son buenas compañeras de viaje en las altura. «Al principio con José Manuel, un montañero de Madrid del que era muy amigo, hice cuatro de esas cinco menos la del Everest», comenta con un deje de pena en la voz. No se le olvida la trágica muerte del que fue su compañero en las nieves. «Murió en el Mont Blanc con su novia hace dos años. Una tormenta muy fuerte les cogió en medio de la nada; intentaron refugiarse hasta que pasara pero no lo consiguieron, murieron de hipotermia. Fue muy duro para todos; todavía hoy lo es».

Duros recuerdos que se mezclan con otros tan buenos que hacen que merezca la pena todo el sufrimiento que lleva aparejado cualquier escalada de este nivel. «Cuando llegué a la cumbre del Everest —rememora— estuve allí unos cuarenta minutos a 25 grados bajo cero. Incluso me quité el oxígeno en plan machote y me quedé azul pero fue una experiencia única. Ten en cuenta, que más alto andando no se puede llegar a ningún lado en la tierra». Eso seguro que no pero hay otros retos por delante. Y quiere convencer a Patricia, su novia, que le acompañe en alguno. Y si se ‘encabezona’... seguro que lo consigue.

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