Diario de León
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desde mi jubileo jesús alañá
León

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Me han puesto en el ‘disparadero’ los anónimos ‘héroes’ que culpan siempre de todo a otros o al mensajero aunque los responsables sean ellos, quienes les instan a hacerlo o quienes con su silencio cómplice permiten que lo hagan. Lo han hecho los de la ‘pintadita chorra’ de Puente Castro contra Ángel Fraguas y Roberto Arias, compañeros ambos de Diario de León.

Dejo de lado el mal gusto de los grafiteros de marras. Me lo tomo a broma. Por el desperdicio de pintura y el alarde de falta de inteligencia que hacen: bien podrían dedicarse a utilizar los sprays para crear algo que no sea esa tontería. Porque eligieron mal el lugar: si querían protestar, nada mejor que hacerlo en la sede de Diario de León o en Santo Domingo. Por su cobardía, porque si lo hubieran hecho en esos lugares corrían el riesgo de que les pillaran (¡viva el anonimato que permite ofender a cualquiera, sin riesgo de que nos caiga ‘la del pulpo’!). Y porque igual lo hacían mejor en su propia casa a cuyo techo, como decía Serrat “no le iría nada mal una mano de pintura”. Vamos que mejor la brocha gorda que el spray (los pintores de ‘brocha gorda’ merecen todos mis respetos).

Detrás de todo ello, sin embargo, subyacen cosas tan graves como el poco respeto hacia la labor periodística (no exento por cierto de razones que algunos propician en tertulias televisivas de bufanda y camiseta tan espectaculares como poco serias). Eso provoca que ésto se esté convirtiendo en una suerte de reino del país de los ciegos en el que el día que los dirigentes de clubes intenten ser la mitad de objetivos que somos los periodistas deportivos, habremos ganado mucho.

Vamos, que, mandan los ‘tuertos’, siguiendo el devenir de este país nuestro en el que la libertad se confunde cada vez más con el libertinaje: todo el mundo tiene derecho a decir lo que le dé la gana y a prohibir lo que quiera, con una LIBERTAD DE EXPRESIÓN que sólo existe para lo que cualquiera diga sin importarnos lo que dicen los demás.

Es por éso por lo que a Ángel Fraguas y a Roberto Arias les han condenado sólo por contar aquéllo de lo que fueron testigos. Deseo que a la hora de escribir estas líneas la pintada ya no exista, que a éstas horas la Directiva del Puente Castro haya pedido disculpas a los ofendidos (aunque parezca que no es directamente responsable), que ese Club (y los demás del resto de deportes) se den cuenta de una vez por todas de que las versiones oficiales y el ‘forofismo’ no tienen por qué ser seguidos a pies juntillas por los periodistas, deseo que... Desear me sale gratis.

Y lo escribo porque (si no es así) empezaría a pensar que existe connivencia de esa Junta Directiva con unas pintadas que no cuentan con que la Constitución consagra la posibilidad de que todos tengamos derecho a opinar, pero también la obligación de respetar la opinión de los demás y que éstos puedan contar lo que han visto sin, por ello, ser perseguidos. Los pintores y/o quienes les instigan deberían tener en cuenta que es mejor que no pasen ciertas cosas si no quieren que los periodistas las contemos.

?Quiero acabar con un homenaje a Gaspar Rosety. Creó escuela a la hora de transmitir partidos de fútbol. Compartí con él años de profesión. De él aprendí que una transmisión deportiva no lo era sin corazón, pero tampoco sin que el oyente palpase lo que estaba ocurriendo, el resultado, la emoción que desprendía lo que pasaba en el césped. Le hemos perdido. Antes (con perdón) habíamos perdido todo lo que él predicó por mor de un histrionismo en el que el NARRADOR SE HACE más protagonista que los deportistas. Ellos (en la peor de las mentiras) se apropian además en sus alegatos microfónicos de aquél a quien llaman su ‘tío Gaspy’ para lucirse ante sus oyentes... A Gaspar le hubiese repugnado: él se vestía por los pies y los que ahora hacen eso no saben ni vestirse por la cabeza.

Mi voz, que ya no transmite, te dice, Gaspar, que nunca te olvidaré… y tú sabes que sí es cierto.

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