Malo, malo...

Y malo. Tres veces malo, o malo de solemnidad, como me comentaba un buen amigo al final del partido y los aficionados desfilaban hacia el centro de la ciudad. Un partido para olvidar. Después del buen empate logrado en el campo del líder, el tropezón en el Reino de León ante el Coruxo que no puso mucho juego sobre la cancha, pero que supo regular sus acciones y dejar al contrario sin puntos perdiendo, por añadidura, el buen sabor que había dejado ocho días antes con el empate frente al líder Ferrol en su campo.

Es difícil comprender o hacer comprender que este equipo (incoloro, insaboro e insípido) empató ocho días antes en La Malata. Idas y venidas, vueltas y revueltas sin ninguna utilidad, jugando —tal parecía— a empatar para verse sorprendido por los ferrolanos, en el minuto 86 de juego, con un gol que dejó helados a todos, jugadores y afición. Un ir y venir, como la ardilla de la fábula, sin utilidad. Tres puntos perdidos en un partido mal jugado, incoloro e insípido.

Un caminar por el campo sin encontrar la senda que conduce al gol, principio y fin del evento futbolero. Juego sin profundidad, ignorado totalmente el camino que lleva al gol. Mas de un aficionado se preguntaba y me preguntaba; ¿Como pudo este equipo empatar en Ferrol? Sin duda, es la respuesta mejor, jugando más, empleándose a fondo y, por supuesto, jugando con mucha más cabeza lo que hizo ante los ferrolanos.

Buscar las causas productoras del negativo efecto, es tarea para el entrenador culturalista. Examinar los errores cometidos, buscar las causas y poner el remedio para que no vuelva a ocurrir.

Una ocasión perdida para seguir caminando por la mejor senda. Espero, y conmigo muchos aficionados, que la rectificación llegue. Y que el próximo partido el equipo vuelva a tomar la mejor senda. Haciendo realidad el dicho: Tropezar, sin caer, es avanzar doblemente.