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jugador de balonmano y cocinero

Un pivote entre pucheros

David González, pivote del Balonmano Cuatro Valles, aparca la pelea en los seis metros para competir en los fogones de Master Chef donde se ha convertido en un concursante estrella.

David González, manejándose con soltura entre cacerolas y atento a la vez a los consejos de Jordi Cruz. HERNÁEZ

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León

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georgino fernández | león

Lo suyo tiene mérito. «Yo, la verdad, es que empecé en esto en los pisos de estudiantes haciendo tartas para los cumpleaños de los amigos». ‘Esto’ es la alta cocina, todo ese mundo nuevo que maneja conceptos de los que casi ninguno habíamos oído hablar hasta hace bien poco como ‘emplatar’, ‘maridaje’, ‘salteado’ o ‘cupcakes’. Pero David González lo suelta así a lo llano —como es él— restando trascendencia a los méritos que le han llevado a concursar en el popular programa de TVE Master Chef, donde desde hace semanas compite por subir al podio como mejor cocinero amateur de España.

No está mal para este cántabro de nacimiento, leonés de raíces (sus ancestros son de Villafañe) estudiante en la Universidad de León de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y pivote de balonmano los fines de semana con el BM Cuatro Valles Embutidos Ezequiel, el equipo roblano-gordonés. Todo un personaje David González, más conocido por sus amigos y compañeros de equipo como ‘Triskis’. A sus 20 años ha cautivado a la audiencia de Master Chef por esa simpatía natural que le hace tan cercano. «Esto es vivir un sueño que se cumple y que se ha hecho realidad. Siempre, cuando veía el programa por la tele me parecía algo inalcanzable y ahora yo formo parte de él. Estoy ahí con Pepe, Samantha y Jordi Cruz», dijo en relación a los tres cocineros top que dirigen el cotarro.

Y lo curioso es que puede decirse que está en el programa de rebote. «La verdad es que meterme en esta aventura no salió de mi. Fue mi hermana Sheila la que lo hizo. Me lleva regalando muchas cosas de cocina desde hace tiempo y este año como regalo de Reyes me dijo que me preparase porque me había apuntado a Master Chef. Al principio me parecía algo imposible poder entrar pero fui contestando a todas las cosas que me plantearon, me entró el gusanillo, me enganché cada vez más y al final me cogieron».

Algo debieron ver en él porque son miles los aspirantes que pujan en cada ocasión por entrar en este selecto grupo de aspirantes a monarcas gastronómicos. Desde que a finales de febrero comenzó la grabación de la nueva temporada David y sus compañeros viven de forma monacal en una casa a las afueras de Madrid. Lo hacen sin internet, teléfonos ni televisión, para mantenerse ajenos a todo comentario sobre el programa. Salen los dos días que corresponden al rodaje en los estudios Buñuel de RTVE y uno más para las pruebas en el exterior. Viven aislados para estar concentrados sólo en la cocina; similar a una alta concentración deportiva. Reciben clases prácticas, compiten, descansan y vuelta a empezar.

Pero ya lo dice el dicho: «sarna con gusto no pica» y a David le gusta mucho andar entre fogones. «Empecé haciendo tartucas (sale a relucir el acento cántabro) con los compañeros de piso y luego fui aprendiendo por mi cuenta de forma autodidacta, leyendo muchos libros».

De chaval, ya apuntaba maneras. Recuerda que de pequeño le encantaba ver Canal Cocina y que siempre estaba cacharreando alrededor de la cocina viendo lo que hacían su madre y su abuela. Seguro que la contundente gastronomía leonesa de donde vienen su raigambre le inspiró.

«Pero es con el dulce con lo que empecé desde pequeño y lo que mejor se me da», reconoce. El paso por Master Chef, no obstante, ha ampliado su horizonte. «El mundo del salado, de las carnes, los pescados y las verduras es muy amplio y me está gustando cada vez más». Incluso le está cambiando el paladar. «Si algo me ha sorprendido es que yo antes no podía comer cebolla, era muy tikis-mikis para la comida, y ahora como de todo».

Se ve con fuerzas este pivote acostumbrado «a recibir y dar leña» en los seis metros. Ahora mantiene esa tensión competitiva en Master Chef pero no olvida a sus compañeros del Cuatro Valles. «Cuando salga una merendola o una comilona seguro que les preparo». Estará para chuparse los dedos seguro.

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