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El Atlético sabe sufrir la final

Los de Simeone están en la final de la Champions gracias a un gol de Griezmann y a la soberbia actuación del meta Oblak

Los jugadores del Atlético Koke, Gabi y Saúl celebran la clasificación del Atlético de Madrid para la final de la Champions. DANIEL KARMANN

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León

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Iñaki Dufour | MÚNICH

Dos momentos determinantes, un penalti parado por el esloveno Jan Oblak y una contra culminada por el francés Antoine Griezmann, lanzaron a un irreductible Atlético de Madrid a la final de la Liga de Campeones, con su reacción en el segundo tiempo, con sufrimiento y con una derrota válida (2-1).

Otra gesta del conjunto rojiblanco, que demostró de nuevo mérito y cualidades indiscutibles: compite como nadie; corre más que nadie; no se rinde nunca; es un equipo insistente y potente, muy trabajado, pero también tiene jugadores de un talento individual indudable, como el que demostró su guardameta, Jan Oblak, o sus delanteros Griezmann y Torres en el contragolpe que supuso el 1-1.

Y una fe, un bloque y un entrenador extraordinarios. Ahí están sus títulos y su trayectoria, agrandada aún más con su billete para su segunda final de la Copa de Europa en dos años, la tercera de su historia, tras eliminar a Barcelona y Bayern, dos de los equipos más poderosos y con más calidad; ambos doblegados por el Atlético.

Porque el equipo rojiblanco se superó de nuevo a sí mismo, desde una reacción rotunda. Cuando peor intuía el encuentro, igualada la eliminatoria desde el minuto 31 y sostenido instantes después por un penalti parado por el esloveno Jan Oblak, la reanudación fue otra historia, otro ejercicio concreto y contundente del Atlético.

La primera jugada, nada más sacar de centro, fue de intimidación del Bayern -a Fernando Torres se le abalanzaron cuatro futbolistas para la presión-, las siguientes fueron de tanteo entre ambos, con un par de tiros lejanos en cada portería, y después de acecho para la defensa del Atlético, agarrado entonces a su firmeza atrás.

Sólo hubo una grieta en media hora en la retaguardia rojiblanca, solventada por Jan Oblak, agigantado de nuevo ante el polaco Robert Lewandowski, sujetado al control y las ayudas del equipo madrileño, al que una jugada fortuita castigó con el 1-0: una falta lanzada por Xabi Alonso, un toque decisivo en el uruguayo Giménez y el gol. Un golpe al que siguió otro impacto; un agarrón en el área de Giménez, de los que hay muchos y se pitan pocos. El turco Cüneyt Çakir lo señaló, Müller lo lanzó, Oblak, sensacional, lo paró y el Atlético sobrevivió.

Hasta el descanso, hasta que lo solucionó el Atlético, movido su banquillo con la entrada del belga Yannick Carrasco, más presente ya en terreno rival, por extensión menos apurado atrás, y revitalizado de la mejor forma, desde el gol, desde una pared entre Griezmann y Fernando Torres culminada con un zurdazo del internacional francés, en posición dudosa cuando recibió el pase final del madrileño.

Un contragolpe vertiginoso, una conexión estupenda entre ambos atacantes y más de media eliminatoria.

Sufrir para ganar. No le quedaba otra al Atlético, que falló un penalti que no había sido -Javi Martínez derribó a Torres fuera del área- en el 83, que resistió de nuevo en su área, con un par de intervenciones más de Oblak y que disputará el próximo 28 de mayo su segunda final de la Liga de Campeones en dos años. Una hazaña.