Diario de León

De la ilusión a la decepción

La grada de El Toralín sólo se rindió con el gol de Cristian Herrera.

José Fernández Nieto, cariacontecido al final del partido entre el presidente del Girona y la alcaldesa de Ponferrada. L. DE LA MATA

José Fernández Nieto, cariacontecido al final del partido entre el presidente del Girona y la alcaldesa de Ponferrada. L. DE LA MATA

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á. estébanez | ponferrada

Mirar al cielo de Ponferrada ayer durante el partido era como hacerlo a la grada de El Toralín. El día empezó luminoso, con un cielo blanquiazul y la esperanza pintada en la cara de los aficionados blanquiazules que abarrotaban las gradas del estadio, pero a medida que llegaba la noche, también se oscurecían las esperanzas de una Deportiva que terminó viéndolo todo negro.

Mientras en el césped los dos equipos apenas llegaban a las áreas, exceptuando las dos ocasiones claras de los primeros cinco minutos, en la grada funcionaban las radios y los teléfonos móviles para saber al instante qué estaba pasando en los otros dos campos en los que ‘jugaba’ la Deportiva: Zorrilla y el Nuevo Arcángel.

El gol de Juan Villar para el Valladolid fue recibido con una estruendosa ovación. No en vano, una derrota del Mallorca dejaba a la Ponferradina en Segunda. Las cosas empezaron a torcerse a la media hora. Gol del Mallorca y gol del Almería. La Deportiva aún estaba fuera de peligro, pero el abismo estaba más cerca. El 1-2 del Mallorca al filo del descanso enviaba a los bercianos a vestuarios metidos de lleno en el descenso y las caras serias empezaban a aparecer en los pasillos del estadio.

Las buenas sensaciones del equipo en el inicio de la segunda parte, con Tomás Nistal pidiendo ánimos desde el banquillo blanquiazul, no tardaron en transmitirse a la grada, que seguía teniendo fe en sus jugadores al tiempo que empezaba a ser cada vez más consciente de que nada se podía esperar de otros equipos.

Era el momento de los clásicos «sí se puede» y «a por ellos», que retumbaban en El Toralín mientras el Girona empezaba a mostrar sus garras en pos de una victoria que les asegurara el playoff de ascenso.

El gol de Cristian Herrera a cuatro minutos del final convirtió el feudo deportivista en un velatorio mientras el equipo boqueaba buscando un gol que devolviera las esperanzas. Hubo quien aprovechó el momento para hurgar en la herida, pero pronto volvió el silencio.

Incredulidad, lágrimas, desesperación, tristeza, todo mezclado en un final cruel para una temporada extraña, que comenzó con las mayores ilusiones y finalizó con la peor de las noticias. Aún así, hubo tiempo para recomponerse y despedir a los jugadores fuera del estadio con un grito y un sentimiento unánime: «volveremos».

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