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León

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España es talento puro y desborde, toque y ejecución, genialidad y llegada. La exhibición frente a Turquía, con una goleada incontestable que sitúa a la selección entre las grandes favoritas al título continental, ha vuelto a elevar a los altares futbolísticos a Andrés Iniesta, ha confirmado al emergente Nolito y ha consolidado a Morata en tareas goleadoras, aunque nada de eso sería posible sin el radar que despliega Sergio Busquets en su parcela del terreno de juego. El aficionado dirige casi siempre su mirada a los jugadores imaginativos y con pegada, pero merece la pena detenerse y observar con atención al mediocentro de La Roja para comprobar que, sin él, no existiría todo lo demás. Cada partido del pivote del Barcelona es un tratado de disciplina táctica y colocación al que añade unas dosis inusuales de intuición que le permiten estar siempre en el sitio exacto y en el momento preciso.

Callado y muy reservado, el centrocampista catalán (Sabadell, 16 de julio de 1988) encarna los valores de dedicación, solidaridad y humildad tan defendidos por Vicente del Bosque, quien ha admitido públicamente que si tuviera la posibilidad de nacer de nuevo le gustaría convertirse en Busquets. El ancla del combinado nacional simboliza la antítesis del futbolista mediático al que le encantan los flashes y adora las cámaras. Él se mueve sin hacer ruido, procura pasar desapercibido en los cuarteles de concentración y se sonroja y baja la cabeza cuando alguien alaba sus virtudes.