¡Oh, capitán, mi capitán!
A sí arranca el poema de Walt Whitman escrito en homenaje al presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, después de su asesinato en 1865. «Nuestro azaroso viaje ha terminado. /El barco capeó los temporales/, el premio que buscamos se ha ganado», continua el verso que vino a mi mente nada más conocer la primera lista de convocados del nuevo seleccionador nacional, Julen Lopetegui, y en la que no figura Íker Casillas por primera vez después de 16 años.
Natural de Móstoles, Casillas (1981) se despide de la selección española siendo uno de los referentes de la época dorada de la Roja. Con 167 partidos disputados es el jugador con más internacionalidades; capitán desde 2006, se marcha con dos campeonatos de Europa (2008 y 2012), un Mundial (2010) y dejando un legado que difícilmente nadie pueda volver a repetir.
El estreno de Casillas como internacional absoluto tuvo lugar en junio del año 2000 con José Antonio Camacho al frente del combinado nacional. Antes ya había tenido la oportunidad de conocerlo personalmente. Su compañero Raúl González me lo había presentado en la previa de un partido Real Sociedad-Real Madrid del campeonato nacional de Liga. A simple vista denoté que era una persona especial. «Iker ha demostrado que es un 10 en todo, en la portería, en la capitanía, en su comportamiento. Es un fenómeno», dijo el propio Luis Aragonés cuando se despidió del banquillo en 2008.
El malogrado ‘sabio’ pasó por alto la imagen personal de Casillas donde también consigue la máxima nota. En una de las primeras concentraciones de la Selección en las que coincidimos le aconsejé que se dejara las patillas un poco más largas, a la altura del lóbulo. El portero, hasta entonces, las llevaba excesivamente cortas y estaba claro que ese pequeño cambio iba a estilizar su rostro. Unas semanas después lo vi en televisión y ya lucía una imagen diferente, la que hemos conocido hasta ahora.
Hace ahora un año, coincidiendo con su fichaje por el Oporto, defendí el saber estar y la educación exquisita de un deportista que ha alcanzado las más altas metas en su disciplina, el fútbol. Siempre desde la humildad, la sencillez y la cercanía. Como capitán, ha ejercido con pulcritud su labor y ha representado con elegancia admirable a su país, el nuestro. Ojalá su trabajo sirva de ejemplo y escuela para sus sucesores.
Este inmaculado talante de Casillas seguro que habrá pesado aún más en la mente de Julen Lopetegui, ex compañero y amigo del eterno capitán, a la hora de dejarlo fuera de la lista de convocados; no sin antes haberlo debatido entre los dos. Se va uno de los jugadores más carismáticos de la historia de la Selección. Como a todo ser humano, a Casillas le ha llegado el final de un ciclo. Es ley de vida. Quienes le conocemos y admiramos tenemos la fortuna de poder seguir viéndole bajo una escuadra, entre dos palos como si del mejor óleo se tratara. Casillas volverá a disputar la Champions con su actual equipo, el Oporto, y quién sabe si lo volveremos a ver en la portería de algún estadio de nuestro país en esos cruces de altura que siempre depara el mejor campeonato de clubes del mundo. Ojalá sea así y tenga la oportunidad de darle un abrazo como hace unos meses cuando la Selección visitó Oviedo por última vez. Será un buen momento para volver a dirigirme a él y felicitarle por todo lo que ha conseguido. ¡Oh Capitán, mi Capitán! Cuánto te vamos a recordar.