Hay algo más

H oy me gustaría hablar de entrenadores, de dinámicas de equipo y de por qué los grupos humanos pueden cambiar de un día para otro sin aparente explicación. A todos nos ha pasado que estamos viendo un partido de nuestro amado deporte y comprobamos que «ese no es nuestro equipo»: ¿por qué no salen las cosas?», «¿por qué fallamos todo lo que intentamos?». Si confiáramos en dar una descripción corta y adjetivar ese estado, nos quedaríamos en la escasa explicación de «no están motivados», «no le echan ganas» o frases parecidas que suelen apelar a la actitud de los jugadores. En el caso del banquillo, «es muy malo» o «no tiene ni idea» es el recurso fácil y más escuchado. Pero, ¿hay algo más?. Por supuesto, no podemos reducir las circunstancias a situaciones tan nimias como la falta de ganas o el desconocimiento. Situaciones externas, la presión del público, el tipo de juego del rival que se te puede dar mejor o peor dependiendo de tus características. El conocimiento de ese rival, si ya has jugado muchas veces contra él, y os conocéis mejor, suele ser parte importante para el resultado. Enfrentarte a alguien que te suele ganar, es algo que a buen seguro marca el devenir de un partido, ya que psicológicamente existe un efecto que se produce en nuestra cabeza que no nos permite mostrarnos al cien por cien si sabemos la superioridad del rival —o la creemos—. Al abusón del colegio creemos que no ‘le podemos’ nunca, porque de pequeños era verdad. O el elefante que de cría se ata a una estaca y de mayor ni intenta escapar. Este fin de semana se enfrentaron Cuatro Valles y La Virgen en Segunda División, en un derbi que se lleva jugando varios años. Los dos equipos juegan de maravilla todos sus partidos, van en lo alto de la tabla y demuestran el poderío del balonmano leonés pero, cuando se enfrentan, sus partidos son pura emoción y faltos del buen juego habitual, más broncos y trabados. Se conocen demasiado, hay rivalidad, y esas circunstancias marcan estos encuentros.