EL RETO DE LA VENDÉE GLOBE
Alex Thomson, el agente 007 de la vela
El navegante británico pasea por Barcelona el velero más veloz del mundo con el que piensa hacer historia
«Aquí puedo morir, este tío está loco, que sepas que te quiero». Mientras habla por teléfono, la periodista de moda hace equilibrios a bordo del barco Hugo Boss, que patronea el navegante británico Alex Thomson en un día soleado en Barcelona. La brisa se levanta ligeramente y el bólido negro muestra sus garras de pura sangre. Está inclinado a unos 35º, «casi en vertical, un lado literalmente metido en el agua», exagera la reportera. A su lado, la exregatista Theresa Zabell, la única deportista española que atesora dos oros olímpicos, sonríe y disfruta de la navegación en Barcelona. Toca un cambio de vela y venga a darle a la polea con brazos y espalda, ríete tú de las sesiones de bodypump en el gimnasio.
Es una salida promocional para la marca que le patrocina desde hace 14 años, a él y al expiloto de F-1 Pedro Martínez de la Rosa, quien se queda fascinado por la tecnología F-1 del barco. Es seguramente uno de los patrocinios más largos del deporte. No es para menos: Alex Thomson es el agente 007 de la vela, el más temerario, el de las misiones imposibles. Ha ofrecido algunas de las imágenes más osadas y salvajes de este deporte: como las de la promoción 'The mast walk' ('Paseo por el mástil'), trepando al mástil de 30 metros de altura de su embarcación, para luego zambullirse en el océano desde la punta del palo, inclinado en navegación, en un salto de unos 12 metros.
Dijo que fue «la mayor estupidez» de su vida. Pero unos años más tarde volvió a hacer equilibrios entre la locura y la valentía, con el Sky walk (paseo por el cielo): navegando en kitesurf y arrastrado por el Hugo Boss, Thomson es catapultado a 85 metros de altura y, a continuación, se deja caer volando con la cometa. Aterriza bien, impecable en su lustroso traje de Hugo Boss.
EL MÁS RÁPIDO DEL MUNDO
Le brillan los ojos cuando habla de su barco. Es el monocasco más rápido del mundo, tras haber destrozado en enero pasado el récord de la mayor distancia recorrida en solitario en 24 horas: 537 millas náuticas (994,52 km). La velocidad punta: 37,5 escalofriantes nudos (69,45 km/h). Lo hizo compitiendo en la Vendée Globe, el Everest de la vela oceánica, circunnavegar el globo en solitario, sin paradas y sin asistencia. Una de las pruebas deportivas más largas y duras que existen. Fueron 74 días de competición extrema y de casi gloria, porque quedó segundo, sí, solo segundo.
Es su «obsesión de los últimos 15 años», su diablo particular, con el que vuelve a tener cita en la próxima edición, en el 2020. En su quinta Vendée, Thomson quiere convertirse en el primer navegante no francés en ganar la mítica vuelta al mundo en solitario. «Para acabar primero, primero hay que acabar», cuenta él que le advierte Sir Robert Knox-Johnston, que, en 1969, se convirtió en la primera persona en circunnavegar el globo en solitario y sin escalas. Tardó 312 días.
Desde entonces, de los 138 que lo han intentado, solo 71 marinos han completado la Vendée. «Son muchos más los astronautas que han viajado al espacio», recuerda Thomson. Y seguramente el día a día en una astronave es mucho más cómoda que a bordo de uno de estos barcos de 18,28 metros, especialmente en los mares del Sur, donde las borrascas se encadenan y la vida se reduce a una lucha de supervivencia, entre olas gigantes y vientos huracanados, con los peligrosos icebergs que acechan en el camino y apenas algún albatros como compañero de aventuras. «Estás solo, a veces te sientes muy solo, mucho».
LA DURA COMPETICIÓN
Lo más duro es gestionar el cansancio en esa zona inhóspita del globo. Entre el frío y el consumo energético de la competición, Thomson ingería unas 7.000 calorías al día, a base de comida liofilizada y frutos secos. Aun así, tras tres meses metido en el barco, a su regreso había perdido algunos kilos y mucha masa muscular en las piernas: «¡Apenas conseguí caminar 100 metros!».
Junto a la alimentación, el sueño es clave: «En los 74 días de la última Vendée, lo máximo que dormí de un tirón fue una hora». Descansaba en sesiones de 30 minutos cada una entre dos y cinco horas, con una ensordecedora alarma para despertarle. «Es peligroso dormirse, así que, cada cinco minutos, se activan las descargas eléctricas de un brazalete. No es de lo más sano», explica un miembro de su equipo. Pero nada que consiga despeinar al agente 007 de la vela, persiguiendo su misión imposible.