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El corredor que nunca perdió el norte

Lleva casi dos años apartado de la alta competición por dos roturas del tendón de Aquiles. Se perdió dos Olimpiadas; una por esa lesión y otra por sólo un segundo. Pero el atleta Roberto Aláiz nunca se dejó vencer por el infortunio. Nunca perdió el norte y avisa para el 2018: ‘Volveré más fuerte». Su gran sueño, estar en los Juegos de Tokio 2020

Roberto Aláiz en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo de León junto al readaptador Javier Madinabeitia, una persona clave en su recuperación. JESÚS F. SALVADORES

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León

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georgino fernández | león

Algo más de veinte meses en el dique seco. Demasiado tiempo. Margen suficiente para caer en el desaliento cuando se es un atleta de élite; cuando el nombre de Roberto Aláiz empezaba a sonar como una de las grandes promesas del atletismo europeo en los 3.000 obstáculos y en los 5.000 metros. Pero el infortunio no le doblegó. Acusó sus golpes pero siempre tuvo una cosa clara: «Nunca quise perder el norte, sabía cual era mi sitio». Por eso en su muñeca derecha se tatuó una especie de rosa de los vientos con una flecha marcando claramente norte. No es su único tatuaje señalando el rumbo. En su pierna derecha tiene unos aros olímpicos. «Ir a unos Juegos es mi gran sueño». El destino le debe una y Tokio 2020 la fecha para pagarle esa deuda.

Cuando habla de unas Olimpiadas a Roberto Alaiz se le ilumina el gesto y su voz cambia. Se quedó fuera de Londres 2012 por un solo segundo en su distancia: los 3.000 obstáculos «Hice dos veces 8’24 y la mínima era 8’23». Tenía entonceso 22 años.

Luego, en 2016, el año de los Juegos Olímpicos de Río su talón de Aquiles lo apartó por segunda vez de una cita olímpica.

«Primero fue un dolor imposible en la pierna derecha». Habló con los médicos de la Federación y decidieron parar dos meses. «Estuve yendo a mil médicos, a mil fisios, en Madrid, en Barcelona, aquí en León también... pero no hubo una gran mejoría. En junio le quedaba un mes para para el Campeonato de España. Era su última opción de volver a competir. «Pero ni con esas», recuerda. Los corticoides tampoco fueron la solución. Decidió decir adiós a la temporada. Y cuando el destino le da un revés, Rober Aláiz hace la maleta y se marcha. «Decidí hacer un viaje por el Himalaya para desconectar. Fue un viaje que me recomendó Jesús Calleja que me puso en contacto con un sherpa amigo suyo».

Con los Juegos a punto de comenzar quiso irse fuera. No ver nada, ni televisión, ni prensa; ninguna conexión con la cita olímpica. «La verdad es que mentalmente me vino muy bien. Mi sueño era ir a los Juegos, me quedaba un mes por delante pero la pierna me dolía más que nunca y sabía que era imposible correr. Entonces me fui; no vi el Europeo —donde tenía serias opciones de medalla—ni los Juegos. Estaba en el Himalaya».

Era el mes de julio y aquel viaje le oxigenó cuando la realidad le asfixiaba. «Para mi fue un escape. Mentalmente lo necesitaba. Me dije: quiero irme a un sitio donde no sepa nada de nadie». Llegó a esa mítica cordillera y después de un pequeño periodo de adaptación hizo un trekking por el valle del Zanskar donde llegó a subir a 5.600 metros de altura. «Allí fui a desconectar. No quería saber nada de nada del atletismo», subraya.

Finalizado su viaje que tuvo mucho de válvula de escape, de regreso a España, nada más llegar a Madrid se rompió el tendón de Aquiles. Antes era dolor intenso, ahora estaba roto. «Fue el día que llegué a Madrid, a las cinco horas de aterrizar me lo rompí». Y de la forma más tonta. «Salté un bordillo, fue un gesto, una bobada, estaba caminando hice un gesto un poco brusco y me lo rompí». Es extraño pero así fue. «Seguro que influyeron las 28 horas de avión por las muchas conexiones, estar en malas posiciones, los tejidos en altura recuperan mucho peor...»

Curiosamente, tenía fecha para operarse tres días después. Había decidido antes pasar sí o sí por el quirófano pero ahora iba a hacerlo con el tendón roto. «Me quedé en Madrid y me operé porque ya tenía el quirófano reservado para mi pero no estaba reservado para un tendón de Aquiles roto. Como ves es una sucesión casualidades todo el tiempo», relata.

Su problema era un pequeño hueso que estaba rozando el tendón y lo que hacía era degenerarlo además de provocarle un dolor terrible y por eso acabó partiendo. Le quitaron ese trozo de hueso y comenzaron a recuperar y regenerar el tendón. Estuve tres meses parado. Fue a Sierra Nevada al centro de alto rendimiento a entrenar en altitud y todo perfecto. Pero de regreso a León, al cabo de una semana las cosas se torcieron. «Noto que me duele muchísimo y además se inflamó». Segunda rotura, estamos hablando de diciembre de 2016. Se opera de nuevo ese mismo mes.

Pero lo suyo es una especie de montaña rusa. «Corro, me pasa algo; corro, me pasa algo», coment. Este año sufrió también edemas óseos en el pie durante varios meses y su reaparición otra vez se alejaba en el horizonte. Volvió a hacer las maletas o en su caso la mochila. Fue en julio y agosto, coincidiendo con el Mundial y el Campeonato de España. «No los quise ver y me fui a Sudamérica a viajar con una mochila. Estuve en Chile, Argentina y en Bolivia y allí empecé a entrenar»

—¿Entonces siempre que se encuentra en un momento difícil?

—Me voy, viajo.

Desaparecer es su válvula de escape. «Pero aunque parezca lo contrario en mi día a día soy muy feliz», subraya. Esos viajes le dieron una gran lección de vida al margen del atletismo. Y sacó una lectura en clave positiva. «Nunca hubiese vivido esas experiencias sin lesiones». Aprendió muchas cosas. «Me cuesta ser feliz estando solo pero cada vez aprendo a hacerlo mejor, esos viajes me ayudaran mucho», advierte.

Ahora ya ve la luz al final del túnel aunque hace dos meses sufrió un edema óseo en la rodilla del que todavía está recuperándose. «Estoy bien, aunque el tendón no está perfecto y tengo el problema de la rodilla». Los médicos han vuelto a recomendarle reposo y ahora está en un proceso de readaptación de la mano de Javier Madinabeitia, el readaptador de la Cultural. Es una persona clave en su recuperación junto al médico del CAR de León, Gerardo Villa y el traumatólogo, Sergio Sánchez. «Me han dicho que hasta que no esté el cuerpo al cien por cien no me van a dejar correr». Calculan que para dentro de un mes ya podrá volver a correr.

Algo que podría impedirle participar en la San Silvestre vallecana, que es la prueba que se había fijado para reaparecer. «Esa idea me la quitan siempre, aunque igual compito como un entrenamiento más, sin forzar».

Su hoja de ruta para el 2018 la tiene bastante clara. «Mi primer y único objetivo es el Campeonato de Europa en Berlín en los 3.000 obstáculos». Será a finales de julio o comienzos de agosto.

Por el espejo retrovisor ya empieza a mirar esos veinte meses alejado de la alta competición. Sin embargo, fuera de los focos, hay momentos de desaliento y de bajón. «Por supuesto que los hay pero yo vivo muy al día y vivo mucho de ilusiones relacionadas con personas, proyectos o objetivos. Mentalmente necesito algo porque muchos días entreno cinco horas y lo hago solo en muchas ocasiones. Pero soy muy positivo, siempre pienso que el último percance será realmente el último y comenzaré ya a correr bien»

La música y las lecturas han sido también muy buenos compañeros en este largo viaje. «Cuando estás triste es cuando más sientes todo y más emocional eres». La música clásica, el islandés Olafur Arnalds, el francés Yann Tiersen o los españoles Ismael Serrano o Joaquín Sabina, son compañeros fieles «Me gustan sobre todo las letras, la gente que sabe hacer letras. Me impresiona la gente que escribe bien».

Sus lecturas van en otra dirección. «Mi mundo es el atletismo pero las lecturas no». Lo último que acaba de leer es Seda de Alessandro Baricco, Into the wild (Hacia rutas salvajes) de Jon Krakauer y también le encanta el filósofo-naturalista Henry David Thoureau.

Cualquier lector de Thoureau es, por principios, alguien que valora la honestidad personal y la justicia. Tal vez por eso es muy beligerante contra el dopaje. «Si no te dopas, posiciónate a muerte».

Y reitera su sueño: correr en los Juegos de Tokio en 2020. «Hice una una promesa, haré todo lo posible por ir. Tendré 30 años el apogeo para un atleta». ¿Una medalla? «Difícil pero soñar es gratis; pero creo que puedo tener un diploma olímpico, me veo capaz de estar entre los ocho primeros».

Ahora acaba de renovar de nuevo con una gran marca como Nike. Algo casi increíble tras dos años fuera. «Curiosamente me pasan cosas malas pero muy buenas también». Y sonríe.