El lado oscuro de las apuestas
El perfil del ludópata ha cambiado. Cada vez hay más adolescentes enganchados a este tipo de juegos por Internet. El Centro de Orientación Familiar trata cada año a treinta leoneses con problemas de este tipo. Un 25 por ciento son adictos en la Red.
sergio c. anuncibay | león
Javier tiene 32 años y es ludópata. Nunca ha jugado a las máquinas tragaperras ni ha entrado en un bingo. Tampoco es asiduo a los casinos, pero se volvió un adicto a las apuestas deportivas, que campan a sus anchas por la Red. «Empecé casi sin querer, con los amigos, una vez a la semana. Al principio era como hacer la quiniela, algo que no tenía mucha importancia ni me suponía un gasto excesivo. Así estuve el primer año, hasta que comencé a invertir más dinero. Entonces entré en una zona peligrosa», recuerda este joven leonés tras dejar atrás un problema —acudió a un psicólogo— que acabó con sus relaciones sociales y prácticamente con todo su patrimonio.
«Cuando pierdes, que es lo habitual, intentas apostar más para recuperarlo y la deuda cada vez es más grande». Javier —nombre ficticio— recurrió a los préstamos e, incluso, robó a familiares cercanos para alimentar sus impulsos. «Mientes a todo el mundo, discutes a menudo y realmente no te das cuenta de que eres un enfermo», aclara.
El suyo no es un caso aislado. Cada vez hay más personas, sobre todo jóvenes, que han visto la cara oscura de Internet. Lo saben bien en el Centro de Orientación Familiar, pionero en tratar este tipo de adicciones en León. Crearon en 1986 la primera unidad para abordar la ludopatía y desde entonces han pasado por allí cientos de personas atrapadas por el juego.
«Al principio predominaba la adicción a las máquinas tragaperras, que aún existe, pero las dependencias con las nuevas tecnologías aparecen con más peso desde hace cuatro o cinco años», explica María Jesús Domínguez, coordinadora del Centro de Orientación Familiar y una de las tres profesionales que conducen el programa de rehabilitación para dejar atrás la ludopatía, de la que «se puede salir, pero necesitan la solidaridad de las personas que tienen cerca, familiares y amigos».
Lo primero —subraya— es reconocer la adicción. Después hay que «acudir a terapia». No es un camino sencillo. Las personas con un trastorno del control de los impulsos «están rodeadas» por cientos de estímulos que incitan a una recaída.
«Quizá para alguien que no está enfermo pase desapercibida la publicidad que hay al respecto pero en un jugador tiene una repercusión mucho mayor». María Jesús Domínguez alude a esos anuncios que protagonizan deportistas como Rafa Nadal, Cristiano Ronaldo o Neymar, que seducen a los adolescentes desde su púlpito para que apuesten por Internet. «Incluso basta con dar un paseo por la calle para recibir los mismos estímulos», lamenta. Sólo en la capital hay más de diez salas de juego. Si enciendes uno de sus terminales compruebas que casi todo lo que rodea a un acontecimiento deportivo es susceptible de entrar en el mercado de las apuestas. Ni si quiera se libran categorías amateur como la Tercera División o el fútbol juvenil. Además, esta actividad ha hecho que proliferen las mafias, principalmente de origen asiático, que sobornan a los propios deportistas para ganar ingentes cantidades de dinero.
«Todo el mecanismo del juego está orientado a provocar a la persona», subraya la psicóloga del Centro de Orientación Familiar de León, que actualmente asiste a treinta personas con ludopatía. «En torno al 25 por ciento, siete u ocho, están atrapados por el juego online —póker, casino, apuestas deportivas—...», revela.
El porcentaje se ha incrementado notablemente en los últimos años. Desde que se reguló en España este tipo de actividad, allá por 2012, ha cambiado el perfil del ludópata y cada vez son más jóvenes los afectados por la enfermedad. «Antes venían los padres porque tenían un problema de adicción y ahora nos traen a sus hijos», explica Domínguez, que conoce perfectamente «los daños colaterales» de una dependencia.
Ha visto familias rotas por el juego. «El dinero es muy importante pero, cuando se dan cuenta, lo peor es el daño que han hecho a sus seres queridos», señala. Sabe también que hay menores que apuestan por Internet, a pesar de que es obligatorio tener más de 18 años para darse de alta en cualquiera de las decenas de páginas del sector que hay en España. «Usan a veces el DNI de sus padres o utilizan a un adulto», denuncia María Jesús Domínguez que, del mismo modo, critica a las administraciones por no abordar este asunto de la misma forma que el alcohol y el tabaco. «Porqué no se puede hacer publicidad de esos productos nocivos y de las apuestas deportivas sí», inquiere.
Hay algunas restricciones y está prohibido anunciar casas de apuestas en horario infantil, excepto si hay un partido de fútbol u otro acontecimiento similar. Entonces casi toda la publicidad está relacionada con el sector del juego.
«Debe haber, al menos, una responsabilidad mínima porque este tipo de adicciones es un problema de salud para quien las sufre», detalla María Jesús Domínguez, quien da ciertas pautas para detectar la enfermedad. «El dinero es el principal indicador, pero hay otros, también importantes, como los cambios de carácter, la manipulación y la mentira», apunta.
Una visión parecida esgrime Israel González Barro, psicólogo del HM San Francisco, quien habla de tres estadios para perfilar el comportamiento de un ludópata. «En la fase inicial, antes de jugar, tiene un nivel de excitación muy alto, mientras que en la intermedia, cuando está jugando, esa excitación se convierte en placer y liberación. Al final, una vez terminada la actividad y como no ha conseguido su objetivo —la mayoría de las veces—, muestra sentimiento de culpa, vergüenza y autorreproche», define.
No hay un perfil homogéneo ni una carcasa en la que encajen todos los apostantes, pero Israel sí ve ciertas características comunes. «Generalmente son personas muy competitivas, con un alto nivel de energía física y mental. Presentan igualmente una tendencia a aburrirse fácilmente», declara González Barro, que coincide con su homóloga cuando alerta de la amenaza que suponen las apuestas deportivas para los adolescentes. «Predominan los jugadores patológicos jóvenes. Casi el 50 por ciento tienen entre 18 y 30 años», advierte.
Para tratarlos, existen programas cognitivos-conductuales tanto a nivel individual como grupal. «El jugador aprende a controlar los estímulos peligrosos y a generar una respuesta adecuada ante ellos», explica Israel, que habla de un 80% de efectividad.
En cuanto al tiempo de rehabilitación, María Jesús Domínguez establece «un año como mínimo», aunque recomienda terapias más largas y recuerda que estas personas serán «adictas para siempre», a pesar de que puedan controlar sus impulsos.
Considera que es más peligroso el juego por Internet que el presencial. «No existe tanto rechazo social y todo el mundo tiene acceso durante las 24 horas del día. Sólo hace falta un ordenador o un móvil», avisa la coordinadora del Centro de Orientación Familiar, que atiende una media de treinta leoneses al año con problemas derivados de este tipo de dependencias. Pero hay muchas más. Aclara que realmente pasan por allí en torno a sesenta personas cada curso, pero únicamente la mitad completan el tratamiento.
Para ella es fundamental acudir a un especialista. «Lo principal es reconocer que estás enfermo y a partir de ahí recibir ayuda. Es importante que la familia se implique», recuerda Domínguez, que, incluso, cree que las cifras de afectados son mucho mayores porque para que exista una adicción tiene que haber transcurrido cierto tiempo. «Las nuevas tecnologías han multiplicado el número de jugadores. Todos empiezan por una tontería pero al final pueden generar una dependencia», advierte. Tanta, que algunos adictos a las apuestas por la Red han perdido en los últimos años hasta 300.000 euros. La casa siempre gana.