LA MECA DEL ATLETISMO DE FONDO
Kenia, mejor tierra que tartán
Atletas kenianos de élite lamentan que el desarrollo en Iten les prive de sus zonas de entrenamiento
Dos chinos fuman en medio del barro en uno de los cruces más concurridos de Iten, la meca del atletismo keniano, en el oeste del país africano. El tabaco y el atuendo revelan que, a diferencia de otros foráneos que merodean por la zona enfundados en ropa deportiva fosforito, los asiáticos no se han desplazado hasta allí para entrenar en altitud, llevar la espartana rutina local de preparación para las carreras, ni para tomar nota de la dieta rica en carbohidratos, que suelen contarse como algunos de los secretos del éxito de Kenia en las pruebas de fondo de todo el mundo. Ellos están allí por otro negociado: unas obras.
Como ellos, miles de chinos se encargan de ampliar las infraestructuras kenianas, y un compatriota a los mandos de una excavadora que no para quieta un minuto en ese mismo cruce es otro más. Este proyecto en particular, cuentan, consiste en llevar el asfalto desde Iten hasta la localidad de Nyaru, a algo más de 50 kilómetros al sur por un camino de tierra colgado del acantilado del Valle del Kerio. Y lo que debería ser motivo de alegría por facilitar las comunicaciones en un entorno rural es, sin embargo, razón para el mosqueo para los habitantes más ilustres de la región: los corredores.
"¡A este paso terminaremos entrenando en asfalto, como los etíopes!», lamenta con desdén Florence Kiplagat, explusmarquista mundial de medio maratón, ganadora de las últimas cuatro Mitja de Barcelona y habitual en los podios de Berlín, Londres y Chicago.
Un estadio con encanto
El dinero que los atletas consiguen con sus victorias en las carreras de todo el planeta se termina invirtiendo en esta región, y han surgido hoteles, centros de entrenamiento, y con ellos mucho empleo para los locales, sobre todo para atender al llamado turismo deportivo: miles de extranjeros que acuden al epicentro del atletismo mundial para desentrañar las claves de la superioridad keniana y dejan su dinero ahí. Todo esto ha provocado una serie de cambios que por lo general son aceptados con gusto por los indígenas y contribuyen a que Iten sea un polo de desarrollo en la Kenia rural. Pero el aumento de carreteras y, con ello, el tránsito cada vez más frecuente y rápido de los coches, parece una línea roja que los atletas no quieren cruzar. "Cada vez hay más carreteras y hay que irse más lejos a entrenar", insiste Kiplagat, una habitual de los caminos circundantes a Iten.
Campeona de medio maratón
No obstante, lo más doloroso para locales y foráneos es la desaparición del Estadio de Kamariny, una especie de templo del atletismo más básico con un encanto irresistible. Inaugurado en 1958 por la reina Isabel II cuando Kenia era aún una colonia, se componía de una pista de tierra de 400 metros (algo más larga que la medida reglamentaria, en realidad), un graderío de madera y chapa machacado por las lluvias, el sol y el paso del tiempo y unos cajones artesanales como podio para culminar la multitud de competiciones que se organizaban allí.
Florence Kiplagat y otros atletas, entrenándose cerca de Iten / TAKESHI KUNO
Una pista moderna
De manera mucho más habitual, al desvencijado Kamariny se iba a entrenar velocidad: la ubicación en altitud era fabulosa, cerca del pueblo, por lo que cualquiera podía acudir con facilidad. Lo usaban para este fin supercampeones como Wilson Kipsang, Abel Kirui o la propia Florence Kiplagat. En breve, será un estadio moderno con pista de tartán por cortesía del Gobierno: el 27 de junio de 2017, el vicepresidente del país, William Ruto, anunció el desembolso del equivalente en chelines kenianos a casi 1,6 millones de euros para demoler el viejo estadio, levantar una instalación nueva, moderna y que, en opinión de las autoridades, será una revolución para el atletismo local. De nuevo, todo podría ser una gran noticia si los atletas prefirieran el tartán a la tierra como superficie para correr.
El reputado entrenador irlandés Colm O’Connell, a cargo de algunos de los corredores más brillantes del país, como David Rudisha, pena por la desaparición de Kamariny y cree que tendrá consecuencias negativas para los extranjeros y para los locales. "Los extranjeros no venían a Iten a entrenar sin más. Venían a Kamariny: ¡era un estadio mítico!", comenta el preparador, llegado a Kenia como misionero en los años 70.
"Los extranjeros no vienen a Iten a entrenar en tartán; venían a Kamariny", secunda Sylvia Kibet, bronce en 5.000 metros en Pekín 2008 y subcampeona mundial de la distancia en 2009 y 2011. "En tartán se corre más rápido. Igual puedes rebajar tu tiempo varios segundos, pero yo prefiero prepararme en los caminos", apunta la atleta. Varios corredores de menor categoría consultados son de la opinión de Kibet y se inclinan por los caminos como modo de desarrollar mayor resistencia muscular.
Caroline Chepkwony calienta antes de una sesión / TAKESHI KUNO
A Tambach en ‘matatu’
"Todas estas carreteras y lo de Kamariny no nos beneficia a los atletas. Son asuntos políticos", se queja Florence Kiplagat. "Le pedimos al Gobierno que, si quería tirar Kamariny, hiciera una pista de tierra en la explanada junto al mercado, pero no nos han hecho caso", añade. "Ahora, cuando se quiere hacer velocidad, hay que irse a otras pistas de tierra más lejanas, como el estadio de Tambach (a 12 kilómetros de Iten). Esto supone unos gastos de desplazamiento que no todos los atletas se pueden permitir". "Un día –recuerda la fondista– unos atletas fueron a Tambach en 'matatu'", nombre que se le da en Kenia a los populares minibuses de transporte colectivo. "Al terminar la sesión, estaban agotados. Además, no tenían dinero para pagar el 'matatu' de vuelta a Iten y se lo pagué yo".
Con este desarrollo de la zona, Kenia se arriesga a perder uno de los componentes de su pócima mágica para fabricar campeones: un entorno duro y carente de algodones.