Diario de León

Rodríguez, gesta de oro en La Camperona

El navarro se impone a los ‘gallos’ en el coloso de Sotillos de Sabero Quintana resta tiempo y Herrada retiene el liderato.

La Camperona sumó su tercera presencia en la Vuelta con un desenlace de las etapas más rutilantes en las que el coloso de Sotillos es ya un referente. FERNANDO OTERO

La Camperona sumó su tercera presencia en la Vuelta con un desenlace de las etapas más rutilantes en las que el coloso de Sotillos es ya un referente. FERNANDO OTERO

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miguel ángel tranca | sabero

A veces los modestos también cuentan con su porción de gloria. Ayer le tocó al navarro del Euskadi Murias, Óscar Rodríguez. Y nada menos que en uno de los finales de etapa que en sus tres presencias en la Vuelta se ha convertido ya en un referente, La Camperona. Óscar recordará por mucho tiempo su demostración en el coloso de Sotillos de Sabero donde contra pronóstico lograba no sólo meterse en la numerosa fuga en la que el peligro llegaba de gallos como Majka y Zakarin, también aguantar sus embestidas para presentarse en solitario en la línea de meta, arropado por el medio centenar de pendones que a los lados del último tramo de la ascensión, ondeaban en honor a un ‘outsider’ que supo sacar su mejor versión para inscribir su nombre en un cuadro de honor que desde ayer comparte con Hesjedal y Lagutin, triunfadores en 2014 y 2016.

Y todo en una etapa con salida en Candás y 174,8 kilómetros por delante en la que los gallos, los favoritos a lucir en su palmarés el maillot rojo de la ronda ciclista española, se enfrascaron en la batalla en los kilómetros más exigentes, los algo más de tres y medio de subida a La Camperona de la que salía como mejor parado Nairo Quintana (Movistar) en aprovechaba los 200 metros finales para arañar seis segundos al británico Yates (Mitchelton) y un poco más a su compañero en la escuadra telefónica Alejandro Valverde. Más atrás lograban superar la exigente reválida en la montaña leonesa Miguel Ángel López que sufría en plena ascensión un pe5rcance al salírsele la cadeta de su bicicleta, Kelderman, De la Cruz, Kruijswijk, Urán, Buhcmann e Ion Izagirre al que la ayuda de su hermano Gorka, integrante de la escapada de la etapa, le permití reducir la pérdida.

Herrada llegaba a casi dos minutos pero lograba mantener su primer puesto en la general.

El primer combate de altos vuelos en la Vuelta, con la montaña como protagonista dejaba la batalla abierta para las próximas jornadas. Y eso que el trayecto hacia La Camperona presentaba una orografía propicia para hacer daño entre la amplia nómina de candidatos a la gloria. Una jornada que se vivió con expectación y terminó con emoción. El recorrido presentaba dos puertos antes de el ascenso final a La cima leonesa. Y en ellos lograban pasar por delante del pelotón una fuga de 32 ciclistas que marcó la jornada. Por el Alto de Madera (3ª categoría) lo hacía con con De Gendt al frente, el mismo que coronó el Alto de Tarna (1a), donde el Astana y Movistar empezaron a reducir los algo más de siete minutos de retraso que acumulaba el pelotón.

Nada peligroso para los escapados, pues eran muchos y buenos. Allí viajaban los ilustres Majka, Zakarin, Mollema, y un buen puñado de anónimos, de esos que se conforman con lucir el maillot antes de ser absorbidos y que aplicaron hasta su último esfuerzo para que su pulso con la locomotora que empezaba a funcionar detrás no les diera caza. Unos lo lograron mejor que otros, en especial el desconocido Óscar Gutiérrez, un ‘novato’ en la Vuelta que ayer se rebeló contra los grandes.

En el ascenso final a La Camperona, de ocho kilómetros al 7,5 de pendiente media (los más duros iban a llegar a falta de tres y medio), se rompieron las hostilidades al frente. Rafal Majka insistió con una batería de ataques, a los que contestó Zakarin y Teuns. Finalmente, y en las rampas más duras, el polaco tensó para marcharse con el belga.

El desenlace parecía cosa de dos. Pero como si de una aparición divina se tratase, surgía desde atrás Óscar Rodríguez para juntarse al ilustre dúo, aguantar con ellos y luego cambiar de ritmo a un kilómetro de meta para dejarles plantados e iniciar un sueño que el destino le iba a conceder.

Y arrancó con fe. Se le cayó el auricular y apretó los dientes. No quería saber más que dejarse el alma por él y por el incipiente equipo vasco. Un triunfo del destino, e increíble. La pasada temporada, durante una etapa de la Vuelta a Castilla y León que finalizaba en La Camperona, Rodríguez se cayó en el puerto anterior.

En el asfalto se dejó sus ilusiones y una cuenta pendiente. Le recogió la ambulancia y dentro de ella le cosieron el labio camino de la cima donde un año después se ha presentado en sociedad. No pudo hacerlo mejor para vivir en el podio de la cima de Sotillos una jornada tan especial como productiva. Por detrás un reguero de ciclistas, los que habían conformado la fuga de más de 30 integrantes. Alguno incluso engullido por un Nairo Quintana que lograba arañar unos segundos para acercarse al liderato. Algo más atrás el resto de los gallos y tras ellos un Herrada que salvó con honores su liderato. Aunque sólo fuera para lucirlo en la cima leonesa. Y entrar a formar parte de los elegidos en un palmarés tan rutilante.

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