FÚTBOL | COPA DEL REY
Centenariazo al rey de copas
El equipo ché toca de nuevo la gloria once años después y pone el broche de oro a su aniversario con los goles de Gameiro y Rodrigo
El fútbol es un un estado de ánimo. Una vez más, esta máxima de este deporte quedó patente, en esta ocasión, con la victoria (1-2) del Valencia en una final de la Copa del Rey a la que el equipo ché llegó lanzado y que el Barça afrontó deprimido, con el recuerdo indeleble de lo que pudo ser y una vez más no fue en esa Champions maldita, que en los últimos años le gira la cara temporada tras temporada. En la cálida noche sevillana, con el más antiguo de los trofeos del fútbol español en juego, Barça y Valencia tomaron contacto con el verde del Benito Villamarín fieles a sus estilos, monopolizando el control del balón y esperando en su campo. El equipo azulgrana tocaba y tocaba al borde del área valencianista, pero los de Marcelino, también apegados a su catecismo futbolístico, aguardaban hasta aprovechar el mínimo error del rival, que apareció para posibilitar un mano a mano de Rodrigo resuelto en un remate del delantero, que tras driblar a Cillessen, se topó con la intervención salvadora de Piqué bajo palos.
El susto para los azulgranas no cambió el guión del partido. Dueño de la posesión de balón el equipo catalán, hasta pasado el cuarto de hora de juego no llegó un nuevo aviso de gol, que como no podía ser de otra manera llegó de la mano de Messi.
Fue un aviso fallido del Barça, cuyo dominio no intimidó lo suficiente a un Valencia acostumbrado a esperar agazapado hasta la oportunidad de herir a un rival confiado. Así fue en una arrancada por el carril zurdo de Gayá, cuyo centro se topó con un Jordi Alba pasado de frenada, que dejó a Gameiro en una situación cómoda en la que no perdonó. El francés descerrajó un disparo imposible para Cillessen para delirio del sector blanquinegro del Villamarín, entregado la grito de «sí se puede» ante la bestia azulgrana.
Qué los de Marcelino viven en la comodidad absoluta dejando la posesión al rival a la espera de explotar su enorme peligro a la contra lo saben todos. La cuestión es frenarlos. Eso pensó Valverde al visualizar a Soler subiendo por la banda derecha sin oposición alguna y centrando a la perfección para el remate certero de Rodrigo a la red. Segundo gol del Valencia y taquicardia culé, con el Barça abdicando, pendiente en mayor medida de aquello que se fue en Anfield que de aquella que podía llegar en el Villamarín.
Consciente de que el camino hacia el título de Copa estaba más cuesta arriba que nunca, Valverde introdujo en el tiempo de asueto a Malcom por Semedo y a Arturo Vidal por Arthur para buscar la mordiente y la ambición de la que su equipo había adolecido en los primeros 45 minutos. Para ayudar al cambio de dinámica Messi saltó al césped con otro par de botas, apelando a lo ritual ante la adversidad. Ya sólo le quedaba al Barça apelar por enésima vez a la eterna genialidad de Messi, que apareció para combinar con Malcom y enviar un remate con su zurda de oro al poste. La ocasión resucitó el cada vez más alicaído ánimo en las huestes azulgranas. El Valencia aguantaba con estoicismo el estéril dominio del Barça, pero por si las moscas, Marcelino no se olvidó de reforzar su muralla con la entrada de Kondogbia y Piccini por Parejo y Gameiro. No estaba el preparador asturiano para florituras, una actitud defensiva que pagó con el 1-2 de Messi. Y es que cuando el rosarino está sobre un terreno de juego no hay batalla perdida.
Al amparo del gol del argentino, el Barça se rearmó para meter el miedo en el cuerpo a su rival, abocado a una resistencia numantina que esta vez no fue derrotada por el poder de Roma, sino que tuvo el premio de esa Copa que será para siempre la del centenario del Valencia.