Crónica de ambiente
Y el sueño se hizo realidad, locura en un Reino eufórico
La afición, entregada a los suyos desde el principio, vibra ante una gesta histórica ¡Sí se pudo! fue el grito al final
No hay gesta sin sufrimiento, ni gloria sin esperanza. Siempre hay esperanza. Y por eso, en un Reino de León que no dejaba de frotarse los ojos, el sueño se tornó realidad y la vida, aunque por un rato, volvió a ser maravillosa para una parroquia culturalista entregada a los suyos, activa como pocas veces se la vio. Pocos quisieron perderse el premio copero frente al Atlético de Madrid tiñendo de color blanco y púrpura unas gradas que en los últimos tiempos se han acostumbrado a recibir a un grande casi cada año. Solo su presencia justificaba todo. Pero los de José Manuel Aira se empaparon de los vítores y, contra todo mal augurio, creyeron.
La fiesta había comenzado mucho antes de las 21.00. Antes incluso de que ese Ave —quizá melancólico— paralizase la estación de tren. En el palco, Enrique Cerezo contemplaba lo que es capaz de sentir un aficionado de la Cultural por su escudo. Daba igual quién manejase la pelota ni si Correa lo ponía todo cuesta arriba a la hora de partido. Ayer hasta el último ‘parroquiano’ sentía que sus oraciones, esta vez sí, quizá fuesen escuchadas.
Y lo fueron. El ¡Sí se puede! era un clamor a falta de diez minutos para el final. Algo se notaba en el ambiente. El viento del norte, portería ya para la historia, iba a soplar. Con el alma encogida, los aplausos al héroe Giffard se tornaron en locura cuando Castañeda, casi en el alambre, empalaba un balón regalando una vida extra a los suyos que terminó por encender a los seguidores. Y ya en la prórroga —bendito minuto 107— el estallido final. Sergio Benito obraba el milagro. David tumbaba a Goliat, Aira se comía al Cholo. El León se merendó al oso.
El pitido del árbitro despertó a una afición que lo estaba viendo con sus propios ojos pero aún así no daba crédito. Había visto ascender a los suyos a Segunda no hace mucho sí, pero lo de anoche quedará grabada en su retina de por vida. Y es que no hay gesta sin sufrimiento, ni gloria sin esperanza. Y la vida, cuando te lo crees, es sin duda maravillosa.