OPINIÓN Miguel Pardeza
El vicio de Cissé, Trezeguet y Henry
Por segunda vez en la historia de los mundiales un equipo africano convierte el partido inaugural en una pesadilla para el vigente campeón. Recuerden el Argentina-Camerún en 1990. Entonces Omam Biyik se convirtió en héroe nacional con un salto asombroso que aún recuerdan en las tabernas de Buenos Aires y hubiera merecido un tango de Gardel. En esta ocasión le tocó el turno a Senegal, una selección con ninguna historia pero con esa magia mixta que presenta a sus jugadores como portentosas máquinas de fuerza y calidad. Aludir al progreso individual y colectivo de este grupo de muchachos crecidos en ínfimas condiciones sociales ya no sugiere ninguna explicación. Casi todos los senegaleses entrenados por Bruno Metsu están jugando en Francia; una circunstancia que resta misterio a un triunfo trabajado con armas inventadas en el viejo continente. Por otra parte, insistiríamos en un engaño pueril si se pensara que la figura de Zidane habría impedido el desastre de la selección francesa, porque los problemas para Francia empezaron en sus presencias. A veces se cae en la superstición de soñar que los cuerpos son tan longevos como los nombres propios. Pero no es así. Vista en la pizarra, Francia sería un equipo indiscutible de no haber pasado por él los estragos de cuatro años. Hoy por hoy, la gente de Lemerre juega como usada y parece pedir un minuto de clemencia después de cada lance acelerado. De nada le sirve contar con hombres como Henry, Trezeguet o Cissé si luego resulta que todo lo que debe venir elaborado bien desde atrás aparece cansado, con arañazos de escepticismo y un renglón de melancolía por los buenos tiempos idos. Lo que traicionó a esta Francia fue la fractura entre lo nuevo y lo viejo que no siempre están dispuestos a entenderse. Senegal, que jugó poblado de complejos, asumió rápido las limitaciones francesas y apoyado en diez hombres infranqueables indujeron a Francia a cometer el mayor error posible: creer que en fútbol la línea recta es la más corta hacia la portería de tu rival.