Diario de León

OPINIÓN Miguel Pardeza

La curiosidad esperanzada

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Superada la ansiedad de los divanes preparatorios, a España se le presenta por fin la hora de las demostraciones. Y el primero que ha salido al paso para esperanzar el ambiente con mensajes tranquilizadores ha sido Raúl. Un Raúl maduro que, entre guiños que anuncian la aceptación de su liderazgo, ha insistido en que el estado de esta selección no se parece en nada a aquel con que se afrontó el último Mundial. No es mala noticia que el jugador más relevante de estos años, llamado a esculpir en oro su nombre, arrostre este primer partido contra la clandestina Eslovenia con una actitud concluyente, desalojada de pretextos y agitada con el estímulo y la confianza indispensables para llegar lejos en un torneo donde priman la fortaleza física y las mentes decididas. Con más razón, cuando de sobra conocemos la leyenda negra que ha convertido a España en uno de esos equipos confusos e inexpresivos que comulgan con la angustia del debutante. Sin ir más lejos, en la Eurocopa de los Países Bajos, su estreno frente a Noruega mudó los sueños de los optimistas en una oscura marea de decepciones. Algo pasa con estos primeros partidos para que el jugador se deje anegar por una suerte de flojera metafísica que merma sus facultades y lo transporta a un limbo irreconocible de insolvencia. Ahora parece que son otras las previsiones. Frente a ellos estará los eslovenos de Srecko Katanec, aquel larguirucho mediocentro que jugara en la Sampdoria, de donde extrajo su ideario futbolístico: preponderancia del conjunto, disciplina espartana, repliegue defensivo y esfuerzo sin extenuación. Un abecedario oscuro sólo animado por la presencia de Zahovic, irregular y fino delantero cuyos días de gloria están raleando a los 31 años. El poder español se ordenará en torno a Raúl, Tristán y Valerón. Un trío de talentos que requerirá una cobertura abnegada y agresiva que imponga el nivel de competitividad necesaria en una fase final.

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