El triunfo que añadió un poso de grandeza a los españoles
Superado el primer escollo, más relacionado si se quiere con la psicología que con el deporte en sí, España tiene ahora la confianza necesaria para afrontar el duelo ante Paraguay sin dramatismos. La portería. Muy poco se ha hablado del guardameta internacional del Real Madrid. Una gran intervención suya cuando el partido ante los eslovenos no había hecho más que empezar evitó la catástrofe. La imagen de este joven de 21 años dando órdenes y corrigiendo las posiciones de dos veteranos como Hierro y Nadal es una muestra clara de que el propietario de la portería española tiene una cualidad fundamental en esa demarcación: carácter. La defensa. Camacho alineó al mallorquinista para que alguien compitiera de tú a tú con Osterc y sacrificó a Helguera, a quien el seleccionador tiene reservado ese puesto. Perdió su posición hasta en cuatro ocasiones, leyó mal algunos balones y dio muestras de su corto muestrario de prestaciones. No tuvo tampoco más trabajo por la ayuda de los rivales. El centro del campo. Cuando enseñó los dientes, los rivales se encogieron. El asturiano estuvo fuera de sitio en la banda y sólo cuando hizo incursiones por el centro su aportación se convirtió en valiosa. Pero cualquier apuesta tiene un riesgo. Y ese lo pagó Puyol, al que se le acumulaba tanto trabajo que no se le vio asomar la cabeza en el campo contrario. Quedará siempre la duda de saber cuántos daños materiales más hubiera sufrido Eslovenia si Baraja -descentrado y poco impetuoso- se hubiera unido al concierto del barcelonista y de De Pedro. El internacional de la Real fue un descubrimiento. El ataque. Valerón-Raúl-Tristán o Raúl-Valerón-Tristán. Da lo mismo. El fino jugador del Deportivo se adapta a lo que le manden y no extraña ninguna posición. Le da igual jugar junto a sus compañeros de medio campo que de transmisor directo de balones a Tristán. El tridente sólo cojeó en el primer partido de su última pata, la de Tristán.