OPINIÓN Miguel Pardeza
Disidencias de los cambios
Lo fácil en estos casos es dejar las cosas como están, pues no hay mejor consejo que el que recomienda abundar en la dirección que te abrió las puertas del triunfo. La selección española encontró su destino frente a Eslovenia por la vía del arrojo y de una apuesta audaz a favor del talento. El detalle acaso carezca de importancia, pero es posible que tenga más de la que parece a la vista de cómo piensan los doctores del fútbol contemporáneo. Según estos, dos inteligencias coincidentes son una aglomeración sospechosa; ya no digamos cuando esa aglomeración se produce en las zonas más adelantadas, que últimamente han sufrido condenas y restricciones lamentables desde casi todos los sectores teóricos. Tampoco vamos a negar que juntar tres delanteros con tres centrocampistas de corte ofensivo es una elección arriesgada y más fácil de ejecutar cuando se trata de enfrentarte con un equipo secundario que cuando lo haces ante otros de mayor peso. Pero incluso así, la apuesta merecía su aplauso. En adelante es bastante complicado no sólo adivinar por dónde irán los tiros sino dárselas de padre mayor y aconsejar lo que se debería o no hacer. No sería imposible, por un lado, que Camacho pensase en introducir modificaciones en el medio, pues la idea inicial para que Valerón, Raúl y Tristán fueran compatibles fue la de parapetar esa zona vital con hombres de contención que evitasen esfuerzos mayúsculos a los jugadores más adelantados. De ser así, Albelda o Helguera o el mismo Mendieta sustituirían a Luis Enrique. De la misma manera, tendría sentido proteger a Hierro con un central más joven, con lo que aparecería la figura de un lateral. La otra duda se centra en el delantero centro. La diferencia entre Morientes y Tristán es más estética que otra cosa, si bien es verdad que, al menos este año, el deportivista fue capaz de aunar eficacia con espectacularidad, mientras que el madridista se debatió entre la suplencia y alguna que otra lesión. Por resumir, y según lo veo, siempre es mejor insistir en la costumbre bien entendida que en la novedad ilusa y novedosa.