Diario de León

El Argentina-Inglaterra llega demasiado pronto y dejará a los dos equipos con esperanzas

Bastante más que un clásico

El Argentina-Inglaterra de hoy, en Sapporo, llega demasiado pronto para convertirse en otro clásico de la historia de partidos entre estas selecciones en la

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LONDRES. Íñigo Gurruchaga
León

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Todavía más modesta pero igualmente contrariada, Inglaterra en el mundial de 1954, por perder fácil contra Uruguay. Aquel mundial de Chile fue ya una señal de que Inglaterra empezaba a aceptar que los extranjeros manejaban con talento la pelotita. Cuatro años después, el de 1966, consagró a la Inglaterra de Bobby Charlton, pero el choque, en cuartos de final, en el viejo Wembley, contra Argentina, fue legendario. Cerca de 10 minutos tardó el largo Antonio Rattin, capitán argentino, en marcharse finalmente al vestuario, tras ser expulsado. Y, en las viejas película del partido, se puede ver al entrenador inglés, Alf Ramsey, intentando disuadir a sus jugadores de saludar a los argentinos tras el pitido final. Hubo que esperar veinte años para un nuevo duelo, con la memoria de la guerra de las Flaklands/Malvinas aún caliente. Ocurrió en el Mundial de México de 1986. Y las dos selecciones se encontraban otra vez en los cuartos de final. Es el partido conocido en Inglaterrra como el de «la mano de Dios». Por un gol de Maradona, irregular, de tramposo de barrio y además pequeñito, que pone la mano por encima de la cabeza, golea y sale corriendo y gritando goooool. Y, luego, dijo que fue la mano de Dios. El otro gol de Maradona, el de la victoria, es indescriptible. No se debe intentar. Es, según una votación reciente, el mejor gol de la historia de la Copa del Mundo. Maradona abriéndose paso desde el centro de campo entre defensas ingleses y batiendo finalmente a Shilton. Un gol divino. Y Burruchaga le dijo en el túnel: «Viste, con el pase que te dí, si no lo marcás te mato». La Inglaterra del fair-play, en aquel equipo de 1986 jugaba un tal Gary Lineker, que no recibió ninguna amonestación en toda su carrera de club o selección, tuvo desde entonces una cuenta pendiente con la Argentina de los Maradonas, todo populismo, grandes actores y palabrería del psicoanálisis. La cita llegó, esta vez eran los octavos de final, en Saint Ettienne, en 1998. Corría la primera parte de la prórroga, Inglaterra empujaba, Owen había marcado un gol de alevín genial, y un chico llamado David Beckham se cayó al suelo y le dio una patadiya arrogante, lerda y de refilón a Diego Simeone. Que cayó como caía de rodillas Rodolfo Valentino en los tiempos del cine en blanco y negro, con una exageración empalagosa. Beckham fue inevitablemente expulsado y se convirtió en el hombre más odiado del momento en Inglaterra, por que los penalties la apearon de nuevo contra Argentina. El partido en Sapporo tiene detrás toda esta historia, pero le falta el dramatismo de la eliminación instantánea para aspirar a la primera categoría de tragicomedias del fútbol. Habrá a lo largo del partido angustia, mayor en Inglaterra, pero quedarán, en el pitido final, esperanzas. Sapporo está preparada contra los hooligans. Decenas de ellos, los más peligrosos, integrantes de la lista hooligan, han sido deportados desde los aeropuertos de Japón y Corea, pero en esta ciudad van a darse cita este viernes casi 10.000 hinchas británicos frente a los cerca de 3.000 argentinos que disponen de entradas. Más de 9.000 policías se encargarán de la seguridad del Inglaterra-Argentina. Las entradas para el partido que disputarán este viernes las selecciones de Argentina e Inglaterra, correspondiente al Grupo F del Mundial de Corea del Sur y Japón, ya están agotadas. El estadio Sapporo Dome, que tiene una capacidad para 42.122 personas, estará completo para este decisivo encuentro en el que la selección albiceleste podrá conseguir su clasificación para los octavos.

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