Diario de León

OPINIÓN Miguel Pardeza

Apuestas

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Habría que plantearse si tiene algún sentido que un equipo que aspira al triunfo final prefiera encontrarse con Eire en vez de con Alemania en octavos. Porque nadie discutirá que tarde o temprano el campeón habrá de vérselas con las selecciones más potentes, ante las cuales tendrá que confirmar el tamaño de sus ambiciones. Y no es que se me escape que la manita de la suerte es primordial, como el otro día recordaba Menotti, en el pino trayecto de los vencedores. Pero, resulta claro que si para llegar al primer lugar del mundo hace falta la conjunción favorable de muchas circunstancias; no creo que entre ellas debamos suscribir como una de las más importantes el orden de los enfrentamientos. Por lo demás, a mí siempre me pareció rasgo de pusilánimes querer posponer los compromisos difíciles para más adelante, como si la valía y el mérito fueran una cuestión de kilometraje; o como si se esperara encontrar no sé qué potencia espiritual a pocos metros de la coronación, imposible de desarrollar a cierta distancia de la meta. Por supuesto, que cualquiera tiene derecho a especular con un hecho así, pero también repito que lo considero una cuestión menor, y que pocos son los que andan por la vida con una reglita de inseguridades como esta bajo el brazo que puedan tenerse como un auténtico aspirante. Más crucial será que España no pierda el tino y el buen tono que evidenció en los dos partidos anteriores; con más motivo cuando parece que nuestra candidatura ha calado en las apuestas incluso de los analistas más negativos. En efecto, en vista de la igualdad de este campeonato, del fracaso más o menos cantado de Francia, una formación rota de años y de esclerosis estructural, y de las sorpresas exóticas que ninguna cita como esta deja de deparar, puede que frente a Eire o Alemania, España termine verificando que este año su destino no está en manos de los vencidos. Y sobre todo que no está en manos de ese miedo o flaqueza que suele acribillarnos cuando se trata de afrontar lances sin trenes de retorno.

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