OPINIÓN Miguel Pardeza
Primer repaso mundialista
Sería bastante arriesgado predecir en qué va a quedar este Mundial, ya que los partidos iniciales de liguillas son una burócrata exposición de amagos y esbozos que en ocasiones se ha cobrado víctimas inesperadas, como las muy descollantes de Francia, Argentina y Portugal. Pero por lo que llevamos visto, puede decirse que las previsiones que apuntaban hacia la estandarización se han cumplido. En efecto, cuesta espigar entre el muestrario de jugadores miméticos algún que otro que nos llame especialmente la atención. Más bien habría que dirigirnos hacia viejos conocidos como Ronaldo, felizmente recuperado para el fútbol después de sus frecuentes y desgraciadas lesiones. El pretexto fácil es alegar la suplantación de lo particular por lo sistemático, sin embargo en este caso no queda más remedio que adscribirnos a la previsible teoría sin mayores aspavientos. Sobre esta marea mecanicista y mesocrática se ha ido dilapidando de unos años a esta parte el lujo del talento independiente y la consecuencia de ello, como decimos, no ha sido otra que la rendición del individuo ante ideas herméticas o gregarias. Sólo equipos como México, Costa Rica y sobre todo Brasil, han respetado esa clásica sensibilidad persuasiva y escasamente blindada para seguir dándonos un aire trufado de instantes exquisitos, lo que confirma que el fútbol es muchas veces el reflejo de la realidad cultural y política de cada país. En la actual situación, tal vez España constituya un punto aparte de eclecticismo futbolístico en el que el genio latino ha encontrado por fin funcionalidad en el orden tradicionalmente reservado a las cabezas centroeuropeas. El resultado de esta fusión ha alumbrado a un equipo de tensa eficacia, riguroso en labores de contención y libre en su impulso ofensivo. Si España acertará o no a mantener el difícil equilibrio será una incógnita que empezaremos a despejar el próximo domingo, cuando Irlanda, esa selección cuyo credo le obliga a rezar en las alturas, mida la profundidad de tan novedosa correspondencia. Será una hora sin marcha atrás, y por lo que a nuestra historia se refiere puede que asistamos al momento en que sus renglones torcidos o emborronados principien un capítulo menos amargo que nos embarace de cierta preponderancia y dignidad.