La otra Francia aporta la luz de África sobre el fútbol mundial
Ya casi nadie se acuerda de que Senegal es un país de escasa tradición futbolística, debutante en un Mundial y que venía a Japón y Corea del Sur como una víctima propiciatoria, un primer rival para que Francia, su madre patria, se fogueara y entrara en calor. Se ha olvidado, porque los «Leones de la Teranga» están en cuartos de final del Mundial, mientras que Francia, sus padres adoptivos, malgastan sus vacaciones pensando en los errores que les dejaron fuera de juego. Senegal derrotó a Suecia en un partido que tuvo de todo. Alternativas en el marcador, jugadas de extrema belleza y, como punto culminante, un «gol de oro» que pone a los africanos entre la flor y la nata del fútbol Mundial, allí donde sólo 16 equipos de todo el mundo podrán decir que han estado. Los africanos pueden afirmar que también esta suerte del juego la aprendieron de los franceses, que fueron los primeros en anotar un gol de oro en un Mundial. Son el único representante del continente negro en competición, tomando el relevo de naciones como Nigeria y Camerún, que en las últimas ediciones habían elevado al fútbol africano a la categoría de respetable. Pero la fórmula senegalesa es particular. Senegal le debe a Francia, su antigua metrópoli, algo más que el idioma que hablan y el seleccionador que les entrena, Bruno Metsu. Senegal es, por derecho propio, la «otra Francia». Excepto dos, todos sus jugadores militan en la Liga francesa y sólo conocen la disciplina que se enseña en este país.