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Publicado por
León

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Ser alemán no es una anomalía que le ocurra a cualquiera. No es lo mismo que nacer o hacerse norteamericano, un prodigio vendible que entra fácilmente por los ojos. El alemán es un código genético que tiende a lo infalible, del mismo modo que el norteamericano absorbe culturas y naturalezas dispares para hacer de la propia identidad algo irreversiblemente neoyorquino. El intenso choque entre Alemania y Estados Unidos fue el triunfo de dos formas de concebir la vida más que de relacionarse con el balón. Con los alemanes experimentamos con normalidad una paradoja clamorosa: son siempre más de lo que parecen, incluso más de lo que ellos mismos piensan. De los americanos, por una simple razón geográfica, cabe esperar lo mejor como se ha podido corroborar. A tenor de estas premisas, era claro que el semifinalista saldría por una cuestión de historia y mentalidad. Alemania no jugó bien, tampoco puede decirse que jugara mal, pero es Alemania que, como apuntamos, es un atajo seguro hacia la gloria. Los hombres de Bruce Arena se marchan con la sensación de que su fútbol ha progresado lo inimaginable. Jugadores como Reyna o Donovan son ya algo más que pequeñas anécdotas en un país que ama el baloncesto y el béisbol. Tienen talento, audacia y riesgo, tres factores de futuro que crearán sin dudarlo escuela. La mala suerte para ellos fue encontrarse con unos alemanes que nunca o casi parten como favoritos pero que por lo que tenemos comprobado siempre terminan siéndolos. Sobriedad, claridad y presencia física. Sobre estos tres pilares Alemania camina segura a un puesto de lujo en este Mundial algo imprevisible y de juego racheado. Serán pocos los elogios que dediquemos a un equipo de corte casi antediluviano, que sigue amando una defensa con tres centrales, un centro de campo fajador de pocas luces y el inevitable delantero centro, Klose, proa insaciable de lo que antes ha cocinado el arrogante Oliver Khan. Si es España quien se enfrente a ellos en la siguiente eliminatoria, tendrá que saber que para derrotarles necesitará algo más que dosis de buen juego y voluntad de acierto.