OPINIÓN Ricardo Calvo
El oso contra el tigre
Decía ayer Kramnik en la rueda de prensa inaugural, que para luchar contra Anand, a quien algunos periodistas apodan «el tigre de Madrás». Él escogía como animal oponente el oso, porque así le han motejado algunos medios alemanes. Ni en un circo romano se sabe lo que pasaría en lucha a muerte entre el plantígrado y el felino. Los romanos apostaban a todo, y por lo que he leído, la fiera que ganaba casi siempre a todas las demás era el toro. Como ahora empiezan los festivales taurinos, diré que el toro, en los Magistrales de León, es un programa de ordenador que se injerta con cada uno de los adversarios, para embestir cuando ellos le abran del todo el chiquero. Se llama «Fritz». Puede calcular cerca de un millón de posiciones de ajedrez por segundo. Procede de la acreditada ganadería germánica de «Chess Base» y en España lleva el hierro de la marca «Beep». El procesador es un Intel Pentium 4 de 2, 4 Gigaherzios y una memoria de 512 Megabytes. El software es corniapretao, botinero, en vez de ojo de perdiz lo tiene de águila, tiende a entradas violentas, cuando no traicioneras, y querencia a irse al centro de la plaza. El pobre Karpov, hace tres años tuvo la desgracia de enfrentarse a él a «porta gayola» (no tenía entrenamiento contra computadoras) y quedó despanzurrado de modo horrible. En la primera partida de la tarde, media entrada. Kramnik, nuevo en la plaza, de grana y oro con las piezas blancas, dedicó su primera faena al respetable con su clásico Gambito de Dama. En el primer tercio, sus peones quedaron desgarrados en su vestimenta al salir al quite tras una embestida por el centro. Pero Anand no estaba demasiado por la labor, pese a disponer de más tiempo y de una posición algo favorable y dejaron el toro en las tablas con el silencio del respetable y algunos pitos desde el tendido de la sala de prensa. Lo cierto es que Anand y Kramnik se han entrando ocenta y cinco veces entre sí, con resultado completamente igualado, y se tienen mucho respeto mutuo. La segunda partida fue una defensa India de Dama. El tigre indio, a pesar del nombre de la apertura. No se encontraba en su terreno, mientras que Kramnik había jugado muchas veces con blancas esta posición, aunque ahora le tocase hacerlo con las piezas negras. Dicen los entrenadores rusos que eso tiene sus peligros, porque es como si de alguna manera uno jugase en contra de sí mismo. Pero no pasó ninguna pelea. Como el valentón del soneto de Cervantes, ambos campeones acordaron un rápido empate, terciaron el capeo, requirieron la espada, miraron al soslayo, fuéronse y... no hubo nada. Por lo demás, el ambiente de la tarde era festivo, con organización muy eficaz y un presidente de los festejos, Marcelino Sión, muy contento porque ya ha salido hasta en la Biblia. En uno de los Salmos del cautiverio en Babilonia, me parece que es el ciento y pico, se dice en el primer versículo: «En las márgenes de los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos al acordarnos de tí, ¡oh Sión!». La añoranza del Magistral de Ajedrez de León nos consume a todos los comentaristas presentes, condenados por más de un año y un día al destierro habitual de la torre de Babel de Internet. Lástima que en el primer día el tigre haya resultado de papel, y el oso de peluche. Solamente el toro se ha quedado bramando su impotencia.