Diario de León

OPINIÓN Ricardo Calvo

Apeadme, me voy a la Edad Media

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León

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A unos 200 metros de donde juegan Kramnik y Anand, en magníficas instalaciones de la Junta de Castilla y León, hay un edificio relativamente modesto que se llama Museo Arqueológico Provincial. No tiene periodistas extranjeros, ni computadoras con tropocientos Gigaherzios, ni fantasmas político-financieros del infierno que según Sartre son siempre los otros. Pero allí hay algo, que me enseñó Nepomuceno. Entre las piezas de madera provenientes del palacio de Doña Leonor de Quiñones, hoy convento de la Concepcion, de datación del siglo XV , se halla en el Museo Arqueologico Provincial de Leon un tablero de ajedrez que en su reverso tiene la posibilidad de servir tambien para el juego de tablas reales. En el tablero electrónico, unos 200 metros al lado, juegan dos superprofesionales de máxima categoría mundial. Como profesionales entienden que ante todo es el dinero, que ya han cobrado, y una cierta complicidad mutua en combatir aparentemente, pero sobrevivir y dejar vivir, ya que la vida de un profesional es muy dura. Ellos se entienden sin palabras. Incluído el «hoy por ti, mañana por mí». Es otro nivel. El tablero que a mí me interesa se dice procede del Palacio de los Condes de Luna, lo cual parece confirmado, tanto por los escudos de la parte posterior, como por la técnica y el material usados en las piezas mudéjares que se encuentran en el museo citado asi como en los restos de la época mudéjar esparcidos por León. Yo habría querido ser una especie de mudéjar del ajedrez y del mundo, pero ni los psicópatas de Bush y Sharon, ni sobre todo los que tienen poder y ven y callan, me lo ponen fácil. Hablemos del Ajedrez, que como la Santa Madre Iglesia no se mete en política. Así que escribiré que la primera partida entre Kramnik y Anand de esta tarde la habían jugado, según las bases de datos millonarios, en Dortmund 2001 hasta la jugada 13. Ya entonces ganó brillantemente Kramnik, pero esta vez varió porque por lo visto había encontrado algo aún mejor. La verdad es que Kramnik aplastó. La verdad es que Anand no se parece, por las razones que sean, a quien es él mismo. El tablero de ajedrez de los Quiñones Condes de Luna, es un rectangulo de madera con sus bordes realzados con una decoracion de hojas y algunos escudetes. En el centro, el cuadrado tiene las casillas realzadas con dos clases de maderas, a fin de conseguir un colorido diferente de forma natural. En cambio, todos los máximos ajedrecistas del mundo se parecen entre sí en algunas cosas como gotas de agua. Viene ahora la segunda partida de esta tarde sobre la que me corresponde escribir, esta vez Anand con blancas. ¿Tendrá Anand fuerza interior suficiente para sobreponerse?. Su atuendo exterior, deslavazado, no lo delata. Y veo por las pantallas, que organizó desastrosamente un amigo de Linares llamado Jorge, que repiten las jugadas de la primera partida pero con los colores cambiados. Resulta que según me dicen los expertos que hacen el Boletín, todo lo que juegan ya se había jugado hasta la jugada 30 (!!!) en la partida Van Wely-Short de Wijk an Zee 1997, en la que ganó el negro. Los dos adversarios tienen los datos en su ordenador. ¿Cómo es esto posible? Teóricamente, Anand debería perder contra el ordenador implacable. Pero el ordenador, aunque sin camisa llamativa, sabía más y consiguió unas tablas semi-milagrosas. Vuelvo al mundo mudéjar, aunque también me habría gustado ser mozárabe. La liturgia. En los extremos correspondientes a los dos jugadores, hay una bellísima decoracion, en uno existe un circulo con una media luna y 5 estrellas,en el lado opuesto hay tres escudos, uno de ellos ajedrezado y quiza relacionado con los Quiñones, y los otros dos, son de un felino (Leopardo¿?) y de un aguila , ambos extremos estan decorados ademas con unos arcos semicirculares y una florida decoracion de la época. Los laterales ademas de estar decorados ,incluyen un espacion para las posibles piezas ganadas. Un detalle curioso es la pieza de metal que servia para colgar el juego y que es un simple clavo torcido dentro de una chapa clavada en un extremo, a fin de que no se saliese de su sitio, a la vez que tambien servia para colgar de el la bolsa con las piezas, costumbre medieval que aún se mantenia en el siglo XVI, dice el catálogo. Marcelino Sión es el clavo que, maldita sea, ha engarzado todo esto. Me voy. Desaparezco. Dejadme en el Edad Media.

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