Despierta Turquía

La victoria de Alemania sobre Corea ha devuelto la lógica a este ilógico Mundial. Creo que lo hemos dicho: Alemania es la selección que nunca hace nada, que no convence a nadie, que racanea el divertimiento, pero que siempre, o casi, termina por llegar al límite de sus posibilidades. Para los alemanes la palabra eficacia no es la enésima del diccionario, sino un dogma de fe, por no decir su único dios verdadero. Colocada en una cara de la final, queda por saber quién ocupará la otra. No hará falta recalcar la condición de favorito que ostenta Brasil. La duda por resolver es comprobar si la enigmática y férrea Turquía será rival para un equipo que puede presumir de tener cuatro o cinco de los mejores jugadores del mundo. Porque digan lo que digan, las letras con que se escribe la historia van implícitas por lo general en determinados nombres propios. De otra parte, sería tremenda estupidez negar la mejoría que una selección como la turca ha experimentado de un tiempo a esta parte. Una certeza que en lo que llevamos visto se ha confirmado con creces. Hasta el momento, la había perdido un exceso de carácter compatible con una notable facilidad a difuminarse en los grandes acontecimientos. Por decirlo con otras palabras, sus expectativas nunca lograron cumplirse del todo. Por fin, de la mano de Senol Günes, Turquía es el bloque que aparenta ser: fuerte, con personalidad, aguerrido, poco dado al entreguismo; más bien al contrario, la sensación que deja en cada partido es la de que hay que derrotarlo dos veces antes de estar seguro de otra cosa. Contra Brasil ya dio muestras de las dificultades que planteaban su bloque y la movilidad de gente como Hasan Sas y sobre todo como Bastürk, el medio del Bayer Leverkusen, un claro exponente de la fortaleza imaginativa que nace por tierras de Bizancio. En cuanto a Brasil, siempre serán pocos los elogios.