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OPINIÓN Miguel Pardeza

Finalistas divergentes

Publicado por
León

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El famoso chascarrillo de que el fútbol es un juego que siempre terminan ganando los alemanes tiene más fundamento de lo que se supone. Han sido tres veces campeones del Mundo y están a un partido de serlo por cuarta vez. Para los doctores de la cosa, Alemania lleva en crisis poco menos que desde la segunda guerra mundial; y sin embargo, sus resultados no paran de desmentir una conjetura basada en la trasnochada antipatía que un pueblo tenaz hasta la arrogancia inspira a los demás. Entre una selección como la alemana, enemiga de adornos y lujos, que concibe el balón como una herramienta prescindible, que sigue usando un sistema invariable de tres centrales como si las pizarras se hubieran petrificado desde su fundación, frente a otra como la brasileña, aseada con una riqueza exótica y ardiente, y defensora de una mezcla de estilos sublimes que nos seduce a primera vista por su técnica, uno siempre se quedaría con la segunda. Y es que alemán sólo se puede ser por destino natalicio o por conveniencia. A uno lo que le interesa es que esta final de dos clásicos que nunca se enfrentaron por un título mundial consiga redimirnos de todo lo mugriento y amañado que haya podido haber en tierras de Corea y Japón, y que, conforme se han sucedido las noticias, parece que no ha sido poco. A los que se niegan a reconocer a los hombres de Scolari el glamour de otras épocas habría que recordarles que los juicios deben expresarse actualizados, es decir atendiendo a los parámetros del tiempo presente. El fútbol ha cambiado de tal manera que el gran jugador de antaño ya no podría ser el mismo de ahora. En este sentido, Ronaldo, Rivaldo o Ronaldinho atesoran el suficiente encanto como para saber que la genialidad está con ellos. La incógnita es si esto bastará para vencer a la rocosa Alemania, un equipo que no contará con el que seguramente es su mejor jugador, Ballack. Todo apunta a que Brasil, que en este torneo contragolpeó más que atacó, no tendrá más remedio que tomar la iniciativa exigida por su calidad y porque los de Voeller no tendrán vergüenza alguna en cedérsela sin sonrojos. Está en juego el trofeo de máximo goleador y la oportunidad histórica de saber si el fútbol es en verdad un juego que siempre terminan ganando los alemanes.

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