Diario de León

OPINIÓN Marro

Mis diez mejores luchadores (y II)

4. Julio Bayón «El Zazo».

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He de confesar que no le ví demasiadas veces («le cogí ya algo mayor»). Pero sí las suficientes como para: todo un recital y con recursos para todo... aunque fuese a costa de agarrarse donde fuera ¡qué predisposición para la lucha canaria u otras modalidades de lucha! Superando de continuo su descarada inferioridad de peso en los corros del «hay quien luche» e incluso en los de sólo ligeros y pesados. Para colmo una afición sin límites, un enamorado de la lucha leonesa. Valentía a toda prueba, sin «complejos de báscula». 2. y 3. Eutiquiano Urdiales y Felipe León. O lo que es lo mismo Felipe León y Eutiquiano Urdiales; ambos igual de genitales. Más astuto y en ocasiones cauto -a la espera y a la contra- el de Nava, un artista luchando al contraataque, pero como el de Villaquilambre tan vistoso y brillante como práctico y seguro... Lo dominaban todo, lo mismo por arriba que por abajo. Geniales. Y caballeros como deportistas y en lo personal. Así pues 3.º y 2.º, ó 2.º y 3.º; ex-equo... 1. Cayo de Celis. De largo el mejor, el más completo; defendiendo y atacando, por alto y por bajo... Valiente y atrevido como nadie; rapidez, visión y técnica en estado puro ¡y ya no digamos agilidad! Pero es que además de ser el mejor luchador que he conocido y el mejor dotado para cualquier otra variante de Lucha por su versatilidad y polivalencia y garantizada capacidad de adaptación, el mejor en cuanto a comportamiento deportivo ¡Y que no se me escandalice nadie! Determinada gente no le perdonaba que ganase siempre y se predisponía negativamente hacia él considerándole un acaparador insaciable y pocos menos que «abusón y ventajista»; cuando la realidad era todo lo contrario, pasándose por alto las abismales diferencias de peso cuando tan a menudo se enfrentaba al campeón de pesados no sólo sin negarse jamás -ni protestar ni pretextar- sino sin ningún atisbo de inferioridad y luchando siempre al ataque, llevando la iniciativa a pesar de precariedades físicas y demás. Jamás una protesta arbitral ni una reacción airada. E ignorando sus detractores su generosidad y desprendimiento para cualquier causa noble que se propusiera o simplemente a solicitud de su presencia desinteresada. Sirvan estas líneas como homenaje de reconocimiento también en lo deportivo y que la afición en general tan poco proclive fue a reconocérselo, juzgando a la ligera por (falsas) apariencias y sensaciones. Deportivo desagravio hacia quien en absoluto he tenido oportunidad de tratar fuera de lo estrictamente luchístico. Y en lo luchístico, efectivo como nadie y efectista como ninguno. De otra galaxia. El mejor. Hasta aquí, y desde mi innegado -y reiteradamente reconocido- favoritismo, mis diez favoritos; en orden a mis preferencias en los últimos cuarentaytantos años. Si en cada aficionado al fútbol hay un seleccionador nacional, imagínese a cada seguidor de nuestra Lucha confeccionando una selección cuasivirtual; seleccionando entre los mejores de nada menos que 4 décadas y pico: tantas selecciones como aficionados-seleccionadores. Total, seguro que no están todos los que son pero seguro que son todos los que están. No hay sitio para más en el «Decálogo del Cuadro de Honor» y fuera ha tenido que quedar y conformarse con una a modo de «Mención Especial» gente de tantos méritos de calidad luchística como Laurentino Crespo, Quintín Martínez, «Manolín Campohermoso» García, Francisco «Rápido» García, Miguel Díez (hijo ¿y padre?), Nacho Álvarez, «Junco y Divino» aún pendiente de superar su propia madurez... Sirva esta honorífica mención también en clave de los puntos suspensivos que anteceden. Gente que apostó por la Lucha-espectáculo y que hicieron de nuestro deporte un canto a la plasticidad y a la belleza. Tampoco es menos cierto que por encima de los hombres sonoros, en la memoria de cada aficionado queda siempre alguna debilidad próxima hacia el vecino o el inmediato «que sólo salía en los corros de por allí» y apenas se le conocía fuera del contorno. En mi caso la memoria de la infancia y la adolescencia me lleva y me trae a Felicísimo «Fimo» Trapero, Constantino «Tinín» Campos, Miguelín «Chocha» Gago -amigo del alma-, Aniano «Nano» noséqué, Francisco «Farruco» nosécuántos, Sabino «asecas»... Vaya para ellos el recuerdo nostálgico y representen en su evocación a quienes no llegaron a contar entre los favoritos de cada cual. Gratitud emotiva para los unos y los otros, para todos. Quedó para el final el nombre propio y mayúsculo. De seguro que no se molestará Cayo de Celis si proclamamos que por encima -y muy por encima- del luchador/mejor situamos al luchador/héroe. Jesús Antonio García de La Ercina, prometedor luchador de Pesados y en camino de realidad consagrada, moría heróicamente en la mina tratando de rescatar a un compañero. Era el verano de 1962, contaba apenas 21 años y una gran planta de atleta. Si en lo luchístico ya casi una realidad, en lo humano alcanzó cotas heroicas. Miguel Álvarez de Aceyedo y Felipe León (a quien ya empezaba a ponérselo difícil en el corro) portaron el féretro al cementerio. Se cumplen 40 años de su heroicidad y en el XL aniversario Leoncio García Rodríguez evocaba a su hermano Chuchi desde la Tribuna de Diario de León el día 22, con especial recuerdo de gratitud para Felipe León. Jesús Antonio García de La Ercina, Chuchi, el luchador que más he admirado. Jesús Antonio García, el nombre de luchador que más me ha hecho vibrar y más me ha conmovido, emocionado e impactado.

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