Diario de León

OPINIÓN Marro

De entre mis mejores corros (I)

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León

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Por salir un poco de esta actualidad luchística tan monótona, sobrevolándola, vamos con un abordaje más bien monográfico. Y un tanto histórico entre comillas, y al hilo de la sugerencia de A.R.V. a quien hemos de refrescarle que el -digamos- criterio selectivo para el «Mis 10 Mejores Luchadores» de hace un mes apuntaba más que a galardones y palmarés, a encandilamiento -subjetivo y personal- y esencias luchísticas; magia creativa: creatividad mágica hasta defendiéndose (para contraatacar seguidamente) como el «Gran Cayuso»; encanto -encantamiento- y virtuosismo; fantasía y fascinación que te hacían exclamar eso tan castizo del «me encantaba luchando», era fantástico... Y en una cuestión puntual discrepamos con A.R.V. y lo es a propósito de Pepín de Celis, cuando opina que el apellido De Celis imprimía carácter. Por el contrario pensamos que la seguridad y garantía luchísticas de Cayo, y no digamos su seriedad y disciplina en cuanto a preparación y demás, difícilmente se lo transmitió a su hermano menor; tan anárquico en todos los órdenes como desprendido y generoso y por lo general malo para él. Más bien y en todo caso lo que le pudo imprimir carácter a Pepín, en lo luchístico, fue su inclinación taurina y hasta su porte taurino y sus taurinos «desplantes» en el corro. Hasta llegó a lidiar una novillada en nuestra Plaza del Parque, por cierto con suerte bastante desafortunada, y con su nombre luchístico figuraba en los carteles. Sus florituras, preciosismo, filigranas y ... «desplantes mirando al tedio» (cuanto caía encima) tenían cierto tono e influencia taurina. Hasta su muerte trágica en plena juventud, y en la geografía de las dehesas extremeñas, tuvo algo de taurino (si bien se trató de un mortal accidente de tráfico en una carretera de la provincia de Cáceres en las proximidades de Moraleja). «Chuchi» -Jesús Antonio García de La Ercina-, luchador y minero; «Pepín» -José de Celis de Villaobispo-, luchador y novillero: a ambo les dio una cornada la vida, su joven y generosa vida. Retomamos temática de titulares. Así pues, seguiremos los mismos criterios para la selección de corros que los aplicados para la de luchadores. No donde más participación, más público, más pasión, más horas de corro... De hecho más que corros propiamente dichos, se nos vienen más bien Veladas luchísticas con componentes menos pradereros y al uso. Osea que se ha antepuesto el sabor que en lo específicamente técnico-luchístico-organizativo quedó en el paladar, al sabor de «la salsa y el picante» tan característico de la pradera. Y sobre degustaciones no hay nada escrito y «en cuestión de gusto nadie discute / para ser de gusto basta que guste». Y ello es aplicable también, apreciado A.R.V., a «Mis Mejores Luchadores»; que se trata de cuestiones opinables, vaya. Algo, las opiniones y su contraste, potencialmente enriquecedor y gratificante para «el mudo mundo» de la L.L. * * * Año 1955 ó 56, una mañana festiva de la Feria de Los Santos o San Andrés (posiblemente el día de Todos los Santos), Teatro Principal, organizado por la Obra Sindical de Educación y Descanso. Lástima de no conservar el programa de mano que se distribuía a la entrada y donde figuraban los 4 emparejamientos de cada Categoría (recordamos que uno rezaba «Tino de Paradilla / Eusebio de Argovejo, 2 veteranos frente a frente» por más que Eusebio Tejerina tenía bastantes menos años que su protestón y vasto rival). Vencieron en cada peso Néstor Villayandre -con sus geométricas cadriladas- Cayo de Celis y Felipe León. Al final «Cayuso» se impondría a Villayandre ya continuación también a Felipe tras uno de los mejores combates que hayamos presenciado. En conjunto la Velada de poco más de hora y media, resultó brillantísima en todos los órdenes: calidad, agilidad organizativa, puesta en escena, etcétera. * * * Escribimos de memoria e invocamos paladar y retina y así las fechas resultan algo imprecisas. Año 56 ó 57, un 18 de julio (Fiesta de la Exaltación del Trabajo), estadio de -entonces- La Puentecilla y obviamente con montaje y organización a cargo de Educación y Descanso. Tan sólo 8 luchadores que, enfrentados entre sí y computando puntuaciones, ofrecieron combates de gran belleza. De esta reunión luchística se nos grabaron tres cosas: la tribuna del Estadio completamente abarrotada, en gran medida al reclamo de la anunciada presencia de un luchador canario desplazado expresamente; por una vez nuestros luchadores cuidadosamente uniformados; y el apoteósico triunfo de Felipe León sobre «Capitanito II» ¡a la canaria! El luchador canario (de amarillo) se había ventilado a todos los leoneses, encontrando tan sólo una cierta resistencia en Cayo de Celis, pero Felipe León aplicó como nunca su magia y se consagraría como «El Mago». Continuaremos mañana jueves con este nuevo particular y personalísimo Cuadro de Honor a nivel de corros y veladas...».

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