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VUELTA CICLISTA A ESPAÑA 2002

Heras gana con la patente del jefe

Sebastián Pozo, masajista de la Once-Eroski, doblaba con parsimonia unas mantas verdes en la salida de Gijón. Las iba cargando en el coche de su equipo. Los coches iban a reventar, de gente, de mantas, de termos, de

Roberto Heras, en el momento de despegarse de Aitor González, que no atendió a las órdenes de equipo

Publicado por
Benito Urraburu - RIOSA.
León

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El escalador bejarano surgía entre la niebla para vencer, a lo grande, esta vez sí, en una cima en la que tenía interés por ganar desde el año 2000, cuando venció en la Vuelta con el equipo Kelme y no pudo imponerse en el Angliru. Heras es el nuevo líder de la carrera después de una de esas etapas que engrandecen este deporte, que lo convierten en algo único, pero que también nos dice que los ciclistas son humanos. Los rostros desencajados, los gritos de algunos ciclistas -«no siento las manos»- confluían en la cima mientras los masajistas trasladaban a los corredores, a lo que quedaba de muchos de ellos, a una tienda preparada en la que recibían masaje, les limpiaban, les daban té, comida. Les estaban devolviendo a la vida. Los seis kilómetros finales del Angliru fueron una masacre deportiva total. Demasiado bello, demasiado terrible. Aitor González pecó de ambición al verse fuerte, poner un ritmo y llevarse con él, a rueda, a Roberto Heras. Cometió un error de principiante, de precipitación y rompió la táctica del equipo Kelme e hizo que su líder, Óscar Sevilla, padeciese, solo, las miserias de este deporte. ¿Fue algo premeditado? Sólo Aitor González lo sabe. Cuando a los 27 años te ves capaz de ganar una Vuelta a España, se te presenta la oportunidad de tu vida, ¿qué haces? ¿qué haría usted? Aitor enfada a Sevilla Ya no valía de nada la táctica del equipo Kelme que llegó con cinco corredores al pie del Angliru. Cuando Aitor se movió comenzó a caer el diluvio sobre la carretera. Heras le dejó hacer, Aitor se cebó y el corredor del Postal le remachó poco después. Era lo que necesitaba para comenzar su recital. Heras tiró de riñones, sufrió en el tramo más duro, un 23,6% de desnivel, en la Cueñe de les cabres. El mismo lugar en el que Sevilla daba chepazos, Beloki se iba contra las vallas. Iban Mayo tenía el rostro desencajado, caminaba por inercia hacia la cumbre. El Angliru es un enfrentamiento directo del ciclista contra la naturaleza, contra uno mismo, un viaje interior bajo el frío, la lluvia, el esfuerzo. Es la persona contra todo lo que le rodea. Sólo vale llegar, como se pueda. En la meta, Roberto Heras, con una cadencia tipo Lance Armstrong en algunos momentos de la subida, superó con creces al resto de favoritos. Óscar Sevilla estaba molesto con la actitud de su compañero: «Corriendo de esta forma no vamos a ningún lado. Prefiero no opinar sobre lo que ha pasado. Somos compañeros de equipo y no hemos corrido como tal. Si nos pegamos entre nosotros no nos servirá de nada». El enfado del maillot oro era monumental. Kelme tenía dos opciones para ganar la Vuelta a España y al salir de Asturias le siguen quedando las mismas, pero con Aitor González mejor posicionado y Óscar Sevilla más alejado. Es curioso lo que le ha pasado a Kelme. Sevilla, que es un escalador, pierde tiempo en su terreno y lo gana en la contrarreloj.