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Publicado por
León

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Pocos temas tan interesantes hoy en día existen como los que rodean a la figura del jugador del Deportivo Valerón. Quienes le conocimos en Las Palmas. Advertimos ya que estábamos ante un acróbata desmarcado del gregarismo ramplón, de la impotencia disfrazada de falsa modestia. Su paso por el Real Mallorca no hizo sino encuadernar un destino que se antojaba nimbado de éxitos y admiraciones por parte de todos. Se trataba de un jugador novelero y un punto ingenuo, capaz de perder la cabeza en una ocurrencia jaleada de colorido y música que luego resultaba una reflexiva estrategia de la eficacia. A los comisarios del aburrimiento, a los embajadores de las trasnochadas tácticas, a los misioneros del holocausto defensivo, su figura les inspiraba una mezcla de desprecio piadoso y petulante suspicacia. Envanecidos en su opaca ortodoxia, celebraron su tránsito directamente infecundo y fugaz por el Atlético de Madrid, si bien a nadie le interesó decir que a la sazón fracasar en el club de Gil y Gil era una puerta anchurosa como el mundo. Augusto César Lendoiro, presidente deportivista, lo rescató en su día en una de sus intuitivas operaciones y esperó a que el fenómeno fuera madurando rodeado de un ambiente adecuado y de unos compañeros en el equipo lo necesariamente humildes para que fueran encajando la rotundidad de su natural jerarquía. No lo tuvo fácil, porque nunca es trabajo hacedero disputarse el sitio con Djalminha, otro excéntrico percusionista para quien juntar el cielo y la tierra no guardaba muchas diferencias con hacer de una tarde de domingo un circo para todas las edades. Al fin, entre los desvaríos del brasileño y la insistente progresión del canario, la terquedad de los hechos terminó dando la razón a los que aún creen que el genio no lleva etiquetas y que no existe orden comparable con el espíritu soñador. Durante la temporada pasada, Valerón esbozó su infinito reporterio. Yy en lo que llevamos de esta ese reportero no ha hecho sino brillar de modo tan deslumbrante que se diría que ver al Deportivo de la Coruña es en la actualidad una de las fuentes imprescindibles de la alegría. Lo percibimos frente al Bayern de Múnich el pasado miércoles en la Liga de Campeones y lo volvimos a comprobar contra el Real Valladolid. Su techo todavía es un misterio, porque hay inteligencias que fluyen por banda ancha, pero sean cuales sean sus límites, ya es hora de que los amantes sinceros de este deporte empecemos a estarle fiel y enormemente agradecidos.

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