Diario de León

RYDER CUP

De dos mitos a una realidad

Los españoles han tenido un gran protagonismo en las últimas ediciones de la Ryder. La legendaria pareja que formaron Seve Ballesteros y Olazábal proporcionó muchos días de gloria a Europa. También han participado con fortuna Rivero, P

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F.G. - MADRID.
León

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La edición de 1985 en la que Europa sacó cinco puntos a Estados Unidos supuso una ruptura total con lo que habían sido las Ryders anteriores, de absoluto dominio de los americano. Los europeos no ganaban este torneo desde 1957 y la competición había perdido parte de su interés, tanto para americanos como para europeos. España tuvo un protagonismo especial: por primera vez, y única hasta el momento, el equipo continental contaba en sus filas con cuatro españoles: Ballesteros, Olazábal, Piñero y José Rivero. Momentos decisivos Hubo momentos claves a recordar: Seve metió la bola en green directamente desde el tee en varias ocasiones en el famoso hoyo 10 que lleva una placa en su honor. Eso levantó al público varias veces de sus asientos. Manuel Piñero ganó el primer punto de los individuales y eso dio alas al equipo. El putt de cuatro metros que Torrance embocó para ganar el punto de la victoria ya ha dado la vuelta al mundo en varias ocasiones, así como las imágenes de los jugadores europeos regando a la galería con champán desde lo alto de la casa club de Belfry. Cuatro años más tarde, y en el mismo escenario, tres españoles acudieron a la Ryder: Seve, Olazábal y Cañizares. Y de nuevo su participación fue decisiva. A medida que avanzaba el torneo la pareja española formada por Ballesteros-Olazábal se iba consolidando. En 1987 ganaron cuatro puntos de los seis posible. Y en su emparejamiento en 1989 no perdieron ni un partido, empezaron empatando con Tom Watson y Chip Beck y luego ganaron sucesivamente a Watson-O''Meara, Kite-Strange y Calcavecchia-Green. El capitán Ray Floyd se desesperaba por momentos. El ambiente que rodeó aquellas Ryders fue dramático. Los americanos había perdido la Ryder anterior en casa, en Estados Unidos, algo que no había pasado nunca y venían con el ánimo de conquistar la «copa arrebatada». Y Cañizares ganó el punto que significaba el empate para los dos equipos y para que Europa mantuviera la Copa en casa. Aquel año 1993 El Ryder Cup de 1993 volvía a The Belfry, el campo talismán de las victorias continentales. Los europeos habían perdido la Copa en 1991, en Kiawah Island, en un putt muy corto que falló Langer. Por primera vez también comenzó a funcionar el juego sucio. Los europeos fueron recibidos como los «demonios extranjeros». Fue también una Ryder accidentada. Sam Torrance no pudo jugar los individuales por una lesión en un pie. Ballesteros enfermó de un fuerte catarro y por primera vez después de hacer pareja con Olazábal en cuatro Ryder, y de 15 partidos juntos con doce puntos ganados, la pareja mágica Seve-Chema se rompió, la moral del equipo se vino abajo y el vasco no pudo ganar su encuentro haciendo pareja con Haeggman. Y en los individuales se perdieron puntos de los supuestamente más fuertes del equipo europeo.

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