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Publicado por
León

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Entre la Primera y la Segunda División puede haber un abismo en términos económicos, históricos y de calidad, pero no en términos esenciales, ya que el fútbol, al margen de las categorías y de los estilos dominantes, responde a un idéntico muestrario. Defender, atacar o combinar son acciones ineludibles, y sólo el refinamiento o insolvencia con que se ejecuten marcan fronteras de diferenciación. No es verdad que en Segunda se corra más y sea más difícil jugar que en Primera. Lo complicado es jugar frente a Zidane, Henry, Rivaldo o Beckham, porque hacen del balón un patrimonio exclusivo y te dejan mermado casi hasta el ridículo. Si en Segunda se percibe la ilusión óptica de que se hacen más kilómetros o de que se presiona más, se debe a que el balón se traslada torpemente y hay como una rara debilidad por compartir el tiempo de control. Siento por el Recreativo una simpatía natural, porque uno nació en un pueblo de su provincia, La Palma del Condado, pero su juego persiste en los fantasmas de Segunda como pudimos comprobar en su derrota frente al Atletic. Excitación, prisas y nauseas ante el resultado nublan más que despejan la conciencia. A los de Heynckes, cuyo concepto del lujo es más discutible que su celo en el trabajo, le fue suficiente poner la cuchilla en la precipitación onubense para sacar su primera victoria. Si bien es verdad que al Recreativo le sobraron intensidad y derroche, también lo es que le faltó cuajo y que el Atletic combinó con un punto menos de aceleración, lo que le permitió tocar y elegir de manera más selectiva. La diferencia entre andaluces y vascos no fueron tanto medulares como anecdóticas o fortuitas. Donde uno metía una velocidad más, el otro reducía, donde uno se ahogaba, el otro tomaba aire renovado. El arte de este juego no consiste en correr mucho, sino bien y en la dirección que prometa ventaja. De no ser así, nos encontraremos con un grupo intachable de entusiastas que se agota sin saber muy bien por qué.