Caer derrotados con honor

Mientras en Bélgica Van Gaal bautizaba a un buen número de promesas y el Valencia esperaba su cita con la gloria en Liverpool, en Coruña, el Deportivo se disponía a robarle un nuevo capítulo a la historia a cuenta del Bayern de Munich. Venían los alemanes con la soga al cuello del ahorcado. Atrás, en las optimistas esperanzas del verano, parecía haberse quedado aquel equipo de ballet blanco que se quiso formar con las incorporaciones de los jugadores pertenecientes al Leverkusen Michael Ballack y Zé Roberto. De nuevo, los hombres fuertes del club muniqués buscaron motivación hablando de raza, esfuerzo y sacrificio, valores por lo visto de mucho caché cuando flaquean las ideas. La verdad es que sonaba cuando menos sorprendente este cambio de discurso, con más razón si tenemos en cuenta que los hombres de Ottmar Hitzfeld habían conseguido cierto renombre en Europa gracias a esos valores que ahora todo el mundo lloraba por reeditar. Lo concreto es que el partido venía torcido por peligros más que indiscutibles. Pero el Deportivo de La Coruña acertó táctica y temperamentalmente. En lo primero, manteniendo sus líneas en pocos metros, maniobra eficaz para frenar a un ataque desmelenado y cargado de prisas; en lo segundo, calculando el tiempo que tenía por delante sin desmoronarse en alarmas imprudentes. A perfeccionar ambas estrategias se sumó uno de los jugadores más en forma del equipo gallego Fran que, haciendo las veces del lesionado Valerón, encontró estímulos y aciertos en esa zona de tránsitos oscuros donde suelen aparecer los jugadores de más talento desde Zidane al argentino del Valencia Aimar. El resultado fue más incierto que el juego, porque los alemanes querían pero sin encontrar la manera. No sabría decir si el gol de Makaay hacía justicia, pero sí que ponía una nota de júbilo después del largo sufrimiento. Y es que los jugadores alemanes, puestos a caer, prefirieron hacerlo como sólo ellos saben: con los pies por delante.