La expedición helvética entrena en León después de diez horas de viaje
El líder suizo sale indemne del caos aéreo
A las siete de la mañana tocó diana y a las cinco de la tarde, aterrizaje en León. Wacker Thun empleó una fórmula mixta de tren avión y carretera para presentarse en el Palacio de Deportes, después de viajar en tren hasta Génova, volar a Madrid e instalarse después en el Hotel Conde Luna donde hoy aguardará la hora del último entrenamiento en el Pabellón de San Esteban, de 16.00 a 17.30, aunque ayer ya tuvo oportunidad de tomar contacto con el Palacio de Deportes. Básicamente, el trabajo consistió en un poco de fútbol sala para desentumecer músculos, algo de trabajo táctico (fundamentalmente, ataques dos para dos, casos puntuales de doble pivote y sobre todo, mucho ensayo de actuación ante la posibilidad de cortes de balón desde los extremos) con buen humor y apuntes curiosos en el modus operandi. Porque es normal que al término del trabajo tome la palabra el entrenador, para dirigirse al equipo, pero por estas latitudes se estila menos ver al central del equipo, Martin Friedli, tomar el centro del círculo e invocar el mejor espíritu del colectivo, o al segundo lateral izquierdo, Stefan Massa, ampararse en su papel de veterano para corregir puntualmente detalles de sus compañeros, siempre en tono conciliador y con evidencia de exaltación al resto del bloque. «Sabemos que no somos un mal equipo, pero la verdad es que después de las referencias que nos han llegado de ellos... no sé si se podría pensar en una sorpresa. Nosotros desde luego, lo vamos a intentar» significó el extremo zurdo titular, Sven Zbinden, que viene con la espalda dañada a consecuencia de una hernia discal incipiente que puede retirarle del balonmano en menos de un par de años. La expedición suiza, no muy numerosa, aprovechó el entrenamiento para bromear respecto a la particular pronunciación que el nombre de su equipo ha tenido en algún sector de los medios locales. Mañana donde toca expresarse es en la pista.