Renovarse o morir

Después de unas temporadas rapando las barbas del desastre, la Real Sociedad ha comprendido que la mejor manera de superar un problema es empezar tomando conciencia de él. No parece su actual racha fruto de la casualidad, sino más bien de la causalidad. Algunas decisiones acertadas como definir el perfil del entrenador, reforzarse con un central, apostar por la calidad de Karpin, abrir la mano a las posibilidades del mercado y facilitar la recuperación de jugadores como Nihat y Kovacevic, están detrás de este equipo renovado que camina sin mirar atrás y seguro en sus posibilidades. A estas alturas, sería temerario pronosticar cuál es la medida justa de esta apuesta inteligente, surgida del convencimiento de que sin ideas previsoras no existen hechos calculados, y de que todo recorrido que no se planificó fría y sensatamente está condenado a terminar en un imprevisible desvarío. El fútbol, que no es una ciencia, debería no despreciar las ventajas de la experiencia y la investigación, que si bien no pueden solucionarlo todo, aportan, al menos, un punto de vista que nunca sobra en un deporte demasiado entregado a la magia y a nefastas intuiciones. A uno le gustaría creer que el caso de la Real Sociedad es un paso al frente por la modernización, ese lugar a veces satanizado, pero hacia donde no queda más remedio que tender si uno quiere sobrevivir en los tiempos que se avecinan. Su empate ante el Deportivo no pasa de ser una incidencia menor, una contrariedad con más anécdota que categoría, porque lo que ese partido nos demostró fue una continuidad de sensaciones, todas favorables, en torno a un equipo que juega con rapidez, economía y sentido común. No son malas premisas para repetir en el presente las glorias del pasado. Sólo nos queda saber si es verdad que a la historia le gustan las repeticiones.