Diario de León

SEGUNDA DIVISIÓN B

Una capa de escoria impide el drenaje en el campo del Toralín de la ponferradina

El césped de El Toralín está herido desde el mismo momento en que se contruyó el campo. Para sorpresa de todos, se ha podido comprobar que en el subsuelo del terreno de juego existe una capa de escoria que hace imposible el co

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Ramón Díez Redacción - PONFERRADA.
Ponferrada

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El cuidador del campo del Toralín, Santiago Payero, lo explicaba ayer muy gráficamente «es como ducharse con un chubasquero puesto». Algo así le pasa al terreno de juego del municipal ponferradino. Según parece, dispone de un fantástico sistema de drenaje situado bajo el césped, pero el problema es que entre la superficie y esa capa compuesta por gravilla y canto rodado, existe un obstáculo insalvable para las aguas procedentes de la lluvia y del propio riego automático. Según se ha podido comprobar por los responsables del cuidado y mantenimiento del césped, bajo la hierba del Toralín se esconde una capa de escoria, procedente casi con toda seguridad del terreno sobre el cual se construyó la instalación y que fue retirado para colocar la gravilla y el canto rodado que forman parte del drenaje del campo de fútbol. Los expertos entienden que ese terreno estéril fue utilizado para rellenar la superficie del campo una vez colocadas las capas inferiores. Sobre esa capa que ahora está provocando los problemas, se esparció luego otra superficie de arena en la que va colocado el césped. Como consecuencia de ello, cada vez que el agua caida sobre el terreno de juego busca el subsuelo, provoca que esa masa de material procedente de los desechos del carbón se compacte aún más y se haga absolutamente impermeable. De ahí que para sorpresa general se formen charcos en El Toralín, que deben ser eliminados con paciencia picando constantemente la superficie para que el agua llegue a su destino. Para que no quedara ninguna duda al respecto, ayer los encargados del cuidado del terreno de juego levantaron un montón de tapines del maltrecho césped y se pudo comprobar la existencia de verdaderos pedruscos de gran tamaño bajo la superficie. Su color negruzco unido al fuerte olor que desprende, delata su procedencia. Además, al tratarse de un terreno impenetrable, las raíces de la hierba no encuentran paso hacia abajo, por lo que el césped termina por quemarse (de ahí su color amarillento) y acaba muriendo. El único modo de reparar los daños causados hasta el momento es retirar parcialmente las zonas más afectadas y colocar hierba procedente de otras partes menos afectadas, pero eso no deja de ser un parche para salir del paso. La única solución para terminar con este problema sería, a juicio de los cuidadores, levantar todo el terreno de juego y retirar la capa de carbonilla situada bajo el mismo. Después habría que rellenar toda la superficie con tierra vegetal y arena sobre la cual se asentaría el terreno de juego. Eso, que se puede explicar de forma muy sencilla, no resulta tan fácil de llevar a la práctica, ya que no puede llevarse a cabo en plena competición. Habría que aprovechar la temporada estival para realizar todo el proceso con el fin de no inutilizar la instalación. Pero como ahora eso no es posible, a la Deportiva sólo le queda la opción de seguir «parcheando» el terreno de juego con el fin de que soporte las inclemencias meteorológicas propias de la estación invernal. Para complicar más las cosas, el campo todavía acusa las consecuencias de los conciertos celebrados allí el año pasado y por eso las zonas más afectadas son las que soportaron el paso de los asistentes a esos recitales hasta las sillas instaladas allí.

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