Verstappen resucita en Arabia
El piloto de Red Bull, último campeón del mundo, se impone a Leclerc, que aún así se mantiene líder Sainz acabó tercero y Fernando Alonso abandonó
El neerlandés Max Verstappen (Red Bull), último campeón del mundo, que había abandonado en la antepenúltima vuelta de Baréin hace una semana, ganó ayer el Gran Premio de Arabia Saudí, la segunda carrera del Mundial de Fórmula 1, de nuevo nocturna y con luz artificial, que se disputó en el circuito urbano de Yeda, donde el monegasco Charles Leclerc (Ferrari), que fue segundo, mantuvo el liderato del certamen.
Verstappen, de 24 años, sumó su vigésima primera victoria en la F1, al ganar por delante de Leclerc —de igual edad, ganador hace siete días en Sakhir y autor de la vuelta rápida ayer— y del otro Ferrari, el del español Carlos Sainz, que, al acabar tercero, sumó su segundo podio en lo que va de temporada, el octavo desde que corre en F1 y el sexto desde que lo hace para la ‘Scuderia’.
El mexicano Sergio Pérez (Red Bull), que arrancó desde la ‘pole’, se quedó sin premio, perjudicado por el coche de seguridad que salió tras el accidente del canadiense Nicholas Latifi (Williams); y acabó cuarto una carrera en la que el otro español, el doble campeón mundial asturiano Fernando Alonso (Alpine) abandonó, por un problema de motor, a falta de 14 vueltas para meta.
Sainz, de 27 años, segundo en el Mundial, con 33 puntos confirmó que pilota un coche ganador y festejó asimismo su tercer podio consecutivo, ya que también había sido tercero en la última carrera del año pasado, en Abu Dabi, el que cerró su segunda temporada de rojo. En una carrera en la que ‘Checo’, que también había abandonado en (la última vuelta de) Baréin, fue víctima de la mala suerte; que transformó lo que hubiese sido su tercera victoria en la F1 en un cuarto puesto que le supo a poco.
El fin de semana estuvo cargado de emociones, empezando por el viernes, cuando se produjo un atentado -reivindicado por hutíes de Yemen-, a 15 kilómetros del circuito, en las instalaciones de una petrolera que patrocina el Gran Premio. Un ataque que provocó una reunión de casi cuatro horas de los pilotos -primero junto a los responsables de los equipos, al final solos-, para decidir si, por motivos de seguridad, se plantaban, o si por contra seguían pilotando, como finalmente fue.
Después, el sábado estuvo marcado por el accidente del Mick Schumacher, que dejó literalmente partido en dos su Haas y que, por fortuna, no tuvo consecuencias físicas peores; aunque, por precaución, el hijo del ‘Kaiser’ no tomó la salida en la carrera. El percance del alemán relegó a un segundo plano la que hubiese sido la noticia del día: la eliminación, en la primera ronda de la calificación (Q1), del séptuple campeón mundial Lewis Hamilton (Mercedes). Algo que al inglés -que hace dos años igualó los siete títulos de Michael, el padre de Mick- no le pasaba desde 2017, en Brasil.
Y ayer comenzó con susto, desde la óptica hispana, porque una hora antes de la carrera, Ferrari informó a los medios de informacion que había problemas de cableado en el coche de Sainz, que finalmente se resolvieron. Peor suerte corrió el japonés Yuki Tsunoda, al que dejó ‘tirado’, en la vuelta de instalación.