Cuando Maristas San José logró la plata en el Mundial

Burdeos. Abril de 1973. Sí, España se había metido en la final del mundial escolar de balonmano y sí, los leoneses de Maristas San José eran quienes se enfundaban la elástica de la selección. Solo un año atrás revalidaron el campeonato nacional ganándose el derecho a estar en una cita donde solo la anfitriona Francia —y «un arbitraje que dejó bastante que desear»— impidieron que el final de un trienio mágico se bañara en oro. En realidad la plata supo a eso, a gloria, a sueño cumplido y también a despedida, porque después de aquella aventura nunca más volverían a competir juntos.

Como contaron las crónicas de la época, la suerte no iba a aliarse con los leoneses ni mucho menos, ya que a las primeras de cambio debían enfrentarse a Alemania, un combinado de mayor envergadura física. Sin embargo los pupilos de Víctor Martínez —profesor de educación física de los chavales en el colegio y su entrenador en aquella primera competición mundial— sacaron la garra suficiente para dejar a los germanos en el camino (8-7). La segunda piedra fue Yugoslavia, posiblemente la potencia balonmanística más temida entonces del viejo continente. Máxima igualdad en el luminoso y 11-10 favorable a Maristas.

Los franceses aguardaban en la final. Su lado del cuadro, para ser honestos, se antojó bastante más amable. Jugaban ante su público, pero nadie dentro del conjunto español se permitió una sola excusa. En esta ocasión los galos vencerían 20-17, aunque en realidad la crítica internacional encumbraba a los españoles como uno de los mejores conjuntos europeos en categoría juvenil.

Burgueño se alzó con el trofeo a mejor realizador del Mundial, España con el subcampeonato y toda la expedición grabó sus nombres en la memoria de decenas de paisanos que entre 1971 y 1973 dieron fe de cómo unos descarados jugadores cambiarían para siempre la historia del balonmano en la ciudad.

Antoñanzas, Láiz, Castro, Alberdi, Sahelices, José Luis, Máximo, Sánchez, César y el propio Burgueño —con Víctor como entrenador, el hermano Saturnino de intérprete y el colegiado González-Vélez comandando la expedición— se vistieron de héroes sin capa. Este sábado la gran mayoría de ellos —algunos ya desde el cielo— volverán a ‘desenfundar sus trajes’ en la capital para una sentida reunión donde rememorar batallas, fotografiarse junto a todos sus trofeos —con Motorines inmortalizando el momento— y conmemorar el cincuenta aniversario de su particular último baile.