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El Manchester City se estrena en el palmarés de la Liga de Campeones tras su triunfo en la final disputada en Estambul frente al Inter de Milán. BOZOGLU

Publicado por
León

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El Manchester City de Guardiola cerró el círculo en Estambul. Le ha costado siete años de proyecto, marcados por una enorme inversión y también por un trabajo táctico casi obsesivo, pero ha acabado por encontrar el ansiado fruto en la Champions, tan esquiva hasta ahora.

Todos esos fantasmas quedaron para siempre enterrados en la ciudad que conecta Occidente y Oriente, donde se cruzaban los caminos del City, representante de la nueva aristocracia impulsada por la inversión emiratí, y del Inter (1-0), miembro de ese selecto club de hidalgos con solera en la Copa de Europa. Era la gran oportunidad para rubricar un triplete que solo el Manchester United había logrado en Inglaterra, la cuna del fútbol.

Sangre, sudor y lágrimas le costó al equipo ‘sky blue’, elevado a los cielos por un gol de Rodri, un hombre llamado a marcar una época desde su magisterio en el centro del campo. Y es que el Inter no cedió metros sobre el campo al teórico favorito y se pertrechó en sus dominios, como se esperaba, sino que fue valiente y desafió los pronósticos con una presión hercúlea. Gran intensidad ‘nerazzurra’ desde el primer minuto. El equipo de Simone Inzhagi era consciente de la necesidad de un esfuerzo físico importante para contrarrestar el talento ‘citizen’. La gran puesta en escena interista evidenció el nerviosismo del City, plasmado en las dudas de Ederson en el inicio de la circulación de balón desde la portería.

Muy poco bagaje ofensivo del City, apenas dos disparos desviados de Haaland, en fuera de juego, y Bernardo Silva. Y es que la tradicional apuesta ‘sky blue’ por el juego de posesión brillaba por su ausencia, inquietando al hiperactivo Guardiola.

Casi media hora le costó al campeón inglés carburar en la medular, pero una gran combinación entre Rodri, Gündogan y De Bruyne, los tres tenores del centro del campo, generó a Haaland el espacio necesario para fabricar un zurdazo y examinar los reflejos de Onana. El partido ya estaba en el terrero inglés, con el Inter varios metros por detrás de lo establecido en el inicio.

Parecía que el City había encontrado finalmente la combinación de la final cuando De Bruyne comenzó a dar muestras de sufrir un problema muscular. El belga forzó, consciente de la dimensión del partido, pero se rindió finalmente a la evidencia dejando su lugar en el campo a Foden.

El desgaste acumulado redujo la rigidez del partido, que dejó paso al ida y vuelta. Le convenía menos este escenario al Inter y el City aprovechó los espacios para desbordar por el flanco derecho con Bernardo Silva y golpear de forma inmisericorde a través de Rodri, que puso el ojo y luego la bala en la red italiana tras el pase atrás del portugués.

Con apenas 20 minutos de juego por delante el golpe era de una contundencia difícilmente reversible, aunque el Inter reaccionó con orgullo y pudo encontrar el empate en un doble cabezazo de Dimarco que primero rechazó el larguero y luego el cuerpo de su propio compañero Lukaku. Fue el claro signo de que esta vez la fortuna acompañaba al City. Inzhagi cambió su esquema a defensa de cuatro para quemar las naves. Pero el City aguntó hasta el pitido final.