Salvador Rocha, el presidente que evitó la ‘muerte’ de la Cultural

El nombre de Salvador Rocha Brey es recordado en León por el mítico Restaurante Rocha, pero lo que no todo el mundo recuerda es que este ilustre gallego de nacimiento —pero leonés de adopción— fue presidente de la Cultural en la temporada 1949-1950.

Rocha asumió la presidencia de la Cultural de forma directa, no tuvo que presentarse a unas elecciones o ser nombrado por la anterior junta directiva y lo hizo —tal y como recuerda su nieto Pablo Rocha Tejero— «porque nadie quería hacerlo en aquel crítico momento en el que el equipo y su nombre estaban abocados a su desaparición, ya que como él me contó: Pablito, cuando me hice cargo de la Cultural no había ni socios, ni jugadores, ni camisetas, ni balones y, para colmo, a los pocos días de tomar posesión de su cargo le avisó urgentemente Federico Tagarro, —fiel consejero de todas las directivas de la Cultural aquellos años— para decirle que el campo de la Corredera estaba siendo embargado».

Sin pensarlo, con dinero del restaurante, se fue inmediatamente al campo y cuando llegó para intentar solucionar el asunto, los dueños de la finca ya estaban desmontando la tribuna de madera que había construido José Reyero.

Salvador Rocha Brey dirigió el rumbo y destino de la Cultural durante esa temporada 49-50. Al final de la misma «ofreció la presidencia del club a Antonio Fernández Díez —por aquel entonces Diputado en Cortes— quien la aceptó durante un curso, pero ya todo estaba encauzado; tal es así que en la temporada siguiente le sucedió Antonio Amilivia, ascendiendo a Segunda División primero y consiguiendo más tarde el histórico y único ascenso de la Cultural a Primera», recuerda Pablo. 

Con Salvador al mando de la entidad leonesa se nombró entrenador a Isidro, un experto conocedor del fútbol leonés de aquellos años y visitaron Puente Castro para reclutar a un grupo de chavales de los que se sabía de su pasión por el deporte rey. «Ese primer partido de la temporada lo disputó la Cultural a domicilio frente al Barreda (Torrelavega-Santander), y estando ya en la estación para iniciar el viaje, el portero del equipo no acudió, ante lo que, a carreras e in extremis consiguieron embarcar a un chaval de la Deportiva Ferroviaria que se encontraba en las inmediaciones de la estación de trenes».

Ropa y alimentos como pago

Así las cosas, ganaron ese primer partido en Barreda y la Cultural logró una meritoria quinta plaza en aquel campeonato de Tercera División Nacional. 

«Los jugadores no cobraron ni ficha ni sueldo, pero se les aseguró que todo lo que quedara de beneficio, tras cubrir gastos, se repartiría entre ellos y así fue. Tanto en Navidad como al finalizar el campeonato se les pagó como se pudo, a unos con dinero, a otros con ropa y alimentos».

El problema del campo se solucionó en dos fases, una primera a través de Fernando Herce, que les cedió el Hispánico y más adelante —y gracias a la mediación del Coronel Jefe de Aviación— se consiguió la cesión del campo del Ejido, antigua Maestranza, logrando luego la colaboración del gobernador Juan Victoriano Barquero, del alcalde José Eguiagaray y del presidente de la Diputación Ramón Cañas. 

7-1 al Bragança do Minho

«Para demostrar el agradecimiento del club a todas aquellas autoridades no se le ocurrió otra idea a mi abuelo que organizar un partido internacional, el primero en la historia de la Cultural. Fue contra el Bragança do Minho, lo que consiguió a través de un buen amigo apellidado Romero, que viajaba mucho de Portugal a Galicia, y, así las cosas, consiguió traerlo gratis, bien es verdad, que a cambio del inevitable avituallamiento en el Rocha, como no podía ser de otro modo, dada su generosidad». El resultado, que es lo de menos, fue de 7-1 a favor de la Cultural. Además de ser un éxito de público, fue un acto de reconocimiento para con las Autoridades homenajeadas, con imposición de insignias de oro de la Cultural a todos ellos». Sin duda, uno de los presidentes que forjaron la historia centenaria del club leonés en un momento complicado.